El cielo dejó una estrella
y el viento besó mi cara,
los árboles junto al parque
suspiraron con sus ramas,
y la luna, allá en lo alto,
asomó su luz de plata.
Yo, que estaba meditando
y en un barco me encontraba,
observé la inmensa fuente,
dentro de la fuente, el agua,
dentro del agua, un murmullo,
que incesante sollozaba.
Encontré en su lecho eterno,
esa paz de mar en calma,
bajo el azul estrellado,
que era mi techo, mi almohada,
mi sueño y mi firmamento,
mi ilusión y mi esperanza.
Era la noche un suspiro
con su luz tornasolada,
de silencio, de misterio,
de quietud y de nostalgia.
Recordé un tiempo lejano
de juventud adorada,
y aquellos vivos momentos
cruzaron como fantasmas,
como una llama encendida,
iluminando mi alma,
de paz, amor y quietud,
tan inmensa de semblanza,
que no pude contenerme
y desperté en mi añoranza.
Surgió una estrella en la sombra,
su luz era tan cercana,
que en el espejo del orto,
con la brisa bien temprana,
en los albores del puerto
resplandeció la mañana.
——
Autor: Juan A Galisteo Luque
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