El mito de la identidad. Por Santiago Tracón

El mito de la identidad
(Foto: Marimar Trancón)

 

La identidad es lo que nos identifica ante los demás. Hay una identidad individual y otra colectiva. La individual es la que nos distingue de los demás seres humanos. La colectiva es la que compartimos con un grupo. La identidad se expresa mediante el verbo ser, pero también el tener. Por ejemplo, poseo unas huellas dactilares únicas, soy pintor y tengo alergia a los champiñones. Pero, además, soy leonés, calzo el 40, me gusta la nieve y cazar perdices. Etcétera.

Se ve enseguida que la identidad no es más que una atribución, algo que los demás nos dicen que somos o algo que decimos a los demás que somos. La identidad es siempre social. Estamos empapados hasta el tuétano de la mirada, el juicio y la valoración de los otros. Es casi imposible, salvo las huellas dactilares o parte del ADN, encontrar rasgos individuales únicos que no compartamos con los demás. Nuestra singularidad es siempre relativa. Puedo ser el único pelirrojo de mi pueblo, pero seguro que en el de al lado hay otro.

Toda identidad genera un sentimiento de pertenencia. La pertenencia crea un vínculo con quienes la comparten. Hay sentimientos de pertenencia positivos, pero también negativos. Por ejemplo, puedo ser español y renegar de serlo, como hacen los independentistas.

La identidad no es una entidad ni una esencia, sino una atribución social y un sentimiento. Su naturaleza es, ante todo, imaginaria. Cuando no aceptamos esto la convertimos en mito. El mito se sostiene con la fe. Toda identidad, ni es única, ni excluyente, ni es incompatible con otras identidades. Todos tenemos (somos) un conglomerado de identidades superpuestas, enredadas, «arrejuntadas» o divorciadas. Podemos, además, cambiar de identidad; de hecho, lo hacemos constantemente. Fui niño, ahora soy una persona mayor.

Hay identidades voluntarias, fruto de nuestra elección, y otras se nos imponen. De la que no podemos prescindir es de nuestra identidad legal: aquella que nos hace ciudadanos, sujetos de derechos y obligaciones. Frente a otras identidades nacidas del territorio, la historia o el pasado, esta es la identidad que más nos une. La identidad es necesaria, el mito no.

Santiago Tracón

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2 comentarios:

  1. Muy interesante Santiago, en sus conclusiones.

    Cuando yo reflexiono sobre la identidad, llego a la conclusión de que en cierto modo no terminamos de completarla en nuestra existencia; pues tanto interior cómo exteriormente estamos sujetos irremediablemente a los reveses de la fortuna o la adversidad.
    Si nuestro «ser» o identidad no son más que la suma de: nuestros traumas, experiencias, triunfos , errores ..
    Supongo que al final de nuestros días quizás podamos dar realmente una respuesta aceptable. Quizás generalizando sólo podríamos decir entonces que nuestra identidad es la de ser «humano»… pero mirando a mi alrededor es ahí verdaderamente donde habría que valorar el verdero mito.

    Un placer leerle Santiago. Un abrazo.

  2. Elena Marqués

    Tenéis razón. Somos un conglomerado de «yoes», algunos de ellos desconocidos incluso para nosotros mismos. Pueden emerger por circunstancias de la vida o permanecer ocultos para siempre.
    Que la identidad dependa de cómo nos vean los otros, que sea una cuestión social, será también verdad, aunque de nosotros depende que eso nos afecte o no. Quiero decir que la opinión ajena no ha de condicionarnos ni impedirnos ser quienes somos. No sé si me explico…
    En cualquier caso, un abrazo. Me encanta, Santiago, los temas que tratas.

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