Sal de mar para la ternura del miedo me dejaron los días de lluvia,
y una nostalgia sin añoranza. Estoy aprendiendo a morir.
A vivir viviendo. Nada tengo que perder.
Versos amados son las soledades al sol.
Aún en su recubrir de tristeza celeste.
El asombro no tiene memoria. Ni muerte de infancia.
No invade a los guerreros rojos de la espera.
Una tregua de diarios descubre el incienso de las costumbres
bailando descalzas en el éxtasis de los mediodías.
En el punto más alto del cielo un elfo azafrán alumbra las épocas.
Todas las edades beben la arqueología del amor.
También la edad de la muerte.
El último perder la virginidad con la vida
tal y como la vamos conociendo.
Mis latidos enredándose en la magia. Un tacto cálido
de alientos prohibidos destiñéndose de límites.
Veranos permitiendo al temblor de los inviernos amar todos sus ronroneos.
Sin contrarrelojes mirarnos de nuevo. No soy sino en un somos.
Respiramos corazones emocionados avivando el existir del minuto
al contemplar su noche,
y su danzar haciendo vibrar al teatro de los vacíos.
Somos esa ciudad de estíos sencillos amantes de las heladas y sus olvidos.
Esas praderas indómitas que hacen desaparecer todas las dudas y sus reflejos engreídos.
Esos bosques descubridores de raíces, oxígenos para el sí mismo.
Pacíficos deltas que se miran a los ojos y son libertad que recorre los pasillos de otros sótanos.
Se sientan con la escritura etérea de las hojas secas.
Somos más de un albor de lienzos templados en el primer otoño
que cruza a nado los ríos de las habitaciones tapiadas,
y la fe, nos hace sentir como un primer beso.
Como el mimo de unas sábanas de felpa.
Como la primera nana del mar.
Somos el blues de las nevadas. Niñ@s que aman el arco iris del ahora.
Las sin letras del silencio y el labio que dilata sus pupilas al desvanecernos.
La lealtad del secreto de las nubes que traspasan los muros de las voces.
El más allá de las fotografías de la tinta. Esa profundidad donde la ilusión nos sueña cuando estamos despiertos.
Inspiramos días de sol urdiendo entrecruces de un estar amando.
De búsquedas que sangran gaviotas que mueren entre los brazos
empapados de ausencias y amnesias.
Somos verbena de fragancias infinitas.
Reinvención de todos los Oestes.
Toboganes de alquimia.
Un hacer el amor sin alfabetos ni fronteras.
Un palpar el subterráneo de las arquitecturas
avanzando
en un fluir de desencuentros y encuentros
como Ave Fénix.
Resucitando estrellas de las sombras del reloj.
Siendo rebeldía que se atreve a vivir
fuera de las haciendas encantadas.
J. M. A.: a pulir. Mucha suerte.
El Ingeniero
Un poco extenso pero lleno de bellas imágenes. Tal vez si lo hubieras estructurado como un tríptico o simplemente hubieras dejado alguna cosa de lado hubiera sido un poema con más cuerpo. De todos modos felicitaciones por versos como: «De búsquedas que sangran gaviotas». Suerte en el concurso.
En este caso»Los árboles no dejan ver el bosque».
Urge una poda.
Me gustò tu trabajo poètico, las imàgenes que empleas le dan aùn mas belleza. Suerte.
Después de leer tu poema, no me cabe duda de que tienes mucho talento para crear imágenes cargadas de fuerza; algunas me han gustado mucho. Para mi gusto, creo que hay un exceso de palabras (y es una lástima, porque hay metáforas muy poderosas que por esa misma razón pierden ‘garra’) y el resultado me resulta algo inconexo. Pero, para mí, sin duda, aquí hay algo. 😉
El texto es demasiado explicativo y abusas de las formas no personales (infinitivos, gerundios, participios), lo que da como resultado un texto recargado y a veces críptico. Un saludo y suerte.
Retorcido y verborreico.