Punto y final. Por Verónica Victoria Romero Reyes

Punto y final. Verónica Victoria Romero Reyes

 

Punto y final

Me redimo de las condenas,
me exonero de penitencias
y relego el sentimiento
-quizá sentir y pensamiento-
al ocaso negro de lo perdido.

Y lo borrado.

Que no quiero sueño más que el vivido
ni deseo más ardiente que el de la Poesía.

¡Y me he equivocado!
¡Otra vez!
¿Cuando renuncié a mi solitaria melodía?

Tantas veces ya, que no atiendo cómputo
ni suma me hace un resultado justo.

Tremendo disgusto…

Saberte cuerpo de otro frenesí
me supuso rancio susto…

Pero, hoy, que entiendo la Vida,
me importa poco la amenaza
de traerte en mi beso un recuerdo
que en nada rememora mi amor.

No soy miel en tu antojo, soy la melaza…

Yo no puedo darte más, vida mía,
y es cosa comprobable que dejé la piel
-el alma se fue cuando supo de la tuya-,
en cada envite de nuestra historia.

Triste que sólo yo, desbaratada,
tenga eco perpetuo en la memoria…

Si me dolió tu camino, ¡ajusticiada!
y lo dice una canción antes que yo,
hoy expío toda pena y todo peso.

No tuve más recuerdo que aquel beso
que robaste en un rellano nervioso…

¿Tú recuerdas el entramado del ansia?
Yo sí, continuamente…

Te amo en cuerpo y te adoro en mente…

Devoraré mi lengua y mi trasiego,
a diario, confeso en silencio,
por no mermarme la sal de la pupila
que mira, ve y ausculta
parajes que de ti desconoce.

Y no quiere conocer…

Pero sólo de ti el roce
sublima el alma en cuarentena.

Qué de coces…
Qué pena…

Punto y final.

Ni palabra ni murmullo ni suspiro
oirá tu ser del cuerpo mío,
del Verso mío,
del espíritu mío…

Cuando de mí te despidas,
– ignoro si de mi muerte el día-,
entenderás el pañuelo que me asfixia:

«Nunca fuiste flor de un día».

Al contrario…
Eres tú el alma mía…

Yo te amo en cada esquirla de tus argucias
y en cada segundo de paseo escondido,
y te amo en la noche, en el día, en la tarde,
en tus juicios, mis faltas, mis fallas y terremotos…

Y por eso, mi vida, mi sangre y mi oración,
nunca más te haré saber que eres tú
el versículo apócrifo de mi ridícula canción.

Punto y final.

La tonta, de gesto y fondo, se ha cansado de pensar.

Se hartó de verte llorar…
De verte sufrir…
De suponerte en mil viñetas…
Y de intuirte en otros brazos…

Aquí tienes vano regazo,
-nunca dio cobijo a nadie-
donde hacer tu hogar o tu comedia.

Quizá el teatro o el monólogo…
Quizá el aria o, tal vez, una tragicomedia…

Ya nada me queda que decir,
el futuro mío es claro,
mas que no sé vivir sin tu latir…

Es cierto. Y no es raro.
Yo me doy una vez.
¡Y ya me he dado!

Punto y final.

Olvido la vida,
si acaso algún día me mereció la pena,
por darte aire para que puedas respirar.

Y cuando te despidas, acuérdate
que sólo yo fui el rosario de tu fe.

Que perdí la estrella y el norte orientado
por ser de ti, en mí, un sueño de amor …
eternizado.

Punto y final, mi amor,
no te cuelgo suplicio por mi dolor.

Y olvido, cómo no,
que esa primera entrega
no te la pude dar yo.

El Cielo hoy de mi silencio reniega…
Pero es sabio comerse la herida por amor…


Verónica Victoria Romero Reyes
Blog de la autora
De tu voz la travesura.
Derechos registrados.

2 comentarios:

  1. Que poema tan bello, lleno de desamor de cansacio, intenso, dolorido, toda una gama de sentimientos de un final que en cierto modo se aventura irremediable…y que sigue ahí.
    «Yo me doy una vez.
    ¡Y ya me he dado!

    Punto y final.»

    precioso Verónica:)

  2. Muchisimas gracias Elisa, un abrazo.

Responder a VVRR Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *