(Inspirado en un anónimo místico atribuido
a Fray Luis de León y a Santa Teresa)
No me mueve, mujer, para quererte,
el lecho que me tienes prometido,
ni me mueve tu cuerpo aún no sabido
ni el deseo fatal de poseerte.
Tú me mueves, mujer, muéveme el verte
con tu gesto en la boca encarnecido,
tu mirada en mi pecho dolorido,
que me ahuyenta las sombras y la muerte.
Muéveme en fin tu amor y en tal manera
que de no haber un lecho yo te amara
igual y por perderte yo temiera.
No me tienes que amar, por vez primera
sé que si lo que aguardo no aguardara
lo mismo que te quiero te quisiera.
Marcelo Galliano
Jurado del VIII Certamen «Poemas sin Rostro»