A la rueda, rueda,
que canta y que baila,
juego que de niña
tú, siempre jugabas.
De allí, hasta mi patio,
corriendo llegabas,
cantando en el corro
llena de elegancia.
Oía tus voces,
tu risa escuchaba,
cascabeles vivos
que a mi balconada
los traía el viento,
y yo, respondía
con estas palabras:
-Gallinita ciega,
cubierta de gracia,
¡A que no me pillas!
¡A que no me alcanzas!
Ponte este pañuelo,
que tan bien encaja
con tus trenzas rubias
y cintas de plata.
A la rueda, rueda,
que canta y que baila;
tú, me sonreías,
y yo, te observaba
con dicha y ensueño
desde mi ventana.
¡Cómo te quería!
¡Cómo te adoraba!
Fuiste tú, en mi vida,
el ángel de infancia,
al que tantas veces
con celo amoroso
besé las mejillas
de tez sonrosada.
¡Cuánto te quería!
¡Cuánto te adoraba!
Lanzó en mí, Cupido,
fugaz una flecha
desde el firmamento,
y luego, tus manos
cogieron las mías
temblando de dicha;
y yo, las miraba.
En la rueda, rueda,
que canta y que baila,
soplaba la tarde
suspiros del alma.
Y en el mismo patio,
aquél, que en las tardes
de Junio dejaba
aroma a jazmines,
hoy, siento esas voces
de amor que recuerdan
mis dichas pasadas.
-Gallinita ciega,
cubierta de gracia,
¿Por qué no me pillas?
¿Por qué no me alcanzas?
Ponte este pañuelo,
que tan bien encaja
con tus trenzas rubias
y cintas de plata.
—–
Juan A Galisteo Luque
Blog del autor
Del poemario: Versos de luz y sombras
Derechos registrados Autor: Juan A Galisteo Luque