Plaza de las Pasiegas, Granada.
En la ciudad de Granada existe una plaza que encierra una historia muy especial; por eso y con afán de aconsejarles bien, no deberían pasar por alto ni su historia ni el motivo por el cual se hace llamar “Plaza de las Pasiegas”.
Puede que sean de los que crean, a simple vista, que es una plaza más con una escalinata que lleva al porticado de la Catedral de Granada o puede por el contrario que les dé por ahondar en la palabra “pasiega” porque les recuerda, a ustedes, como a mí, bendita concomitancia, de cuando horneaban y tostaban su tarta de queso preferida o tarta pasiega típica de Cantabria. Pero no es una plaza más en su inventario. Se lo puedo asegurar.
Si echan mano o acuden a los dictados de la Real Academia de la Lengua, verán que “pasiega” tiene admitidas tres acepciones; con función de sustantivo y adjetivo, como natural del Valle del Pas en Cantabria. Aparece como tercera acepción “nodriza” y se anota después “especialmente de familias de alcurnia”.
Ya puestos y si rizamos aún más el rizo y buscamos el significado de nodriza, hallaremos estos dos: esto es “buque o avión que suministra combustible a otro” y “ama o mujer que amamanta a una criatura ajena”.
Amamantar a una criatura tuya me parece que es uno de los actos más tiernos y generosos que existe. Para razonar mi argumento a favor, diré que el hecho en sí no deja de ser un acto de amor (Obras son amores y no buenas razones así se titula una comedia de nuestro Lope de Vega); si han sido madres lo entenderán; aunque se os cuele alguna sonrisilla de vuestro bebé en el transcurso del amamantamiento, ¿qué me dicen de los pechos hinchados y doloridos o de lo que se hace llamar el “trauma del pezón” o candidiasis?. Sea como fuere, el acto sincero e incondicional de amor de una madre hacia su bebé compensa todo lo demás.
Y no siempre nos lo han puesto fácil. Allá a finales del XIX o por los inicios del siglo XX, en Granada para ser nodriza y dar de mamar a una criatura que fuera de familia bien o “con posibles”, se debía reunir una serie de requisitos previos muy estrictos:
Uno. El que la nodriza fuera originaria del Valle cántabro del Pal no era ni por asomo una caprichosa elección de la madre y del padre biológicos. Históricamente esta zona de la península ibérica era el único territorio no “contaminado” por la presencia musulmana y dado que los primeros beneficiarios de estas pasiegas nodrizas fuesen de linaje real, era razón más que suficiente para que las familias adineradas y bien posicionadas de la ciudad, confiaran (y no a ciegas), de la “buena leche” de estas mujeres. Y recalco lo de “no a ciegas” porque ya desde su inauguración en 1914, la “Gota de Leche” de Granada les hacían pasar a todas un examen médico y fisiológico.
Dos. Aparte de su origen y de su salud médica, las amas de cría debían tener el pecho de una forma determinada; tres, estar casadas, cuatro… tener ya hijos, quinto, rondar la veintena y sexto, su conducta debía contar además con el beneplácito de la observancia religiosa del momento.
Hoy en día está científica y médicamente probado que no hay para un recién nacido como la leche de la propia madre y afortunadamente ya no se hace distinción alguna entre “mala y buena leche”. En 2016 la ONU declaró la lactancia materna como un Derecho humano. No estaría de más que si pasan por la plaza granadina de las Pasiegas, se acuerden de todas las madres que hacen realidad esta declaración y honor a este derecho.
USUE MENDAZA