Se ha muerto la melodía
sin pena y sin esperanza.
Sobre las mesas vacías
copas sonámbulas danzan.
Tiempo gris, penumbra eterna,
nocturno mar sin orillas.
La noche de la taberna
se duerme sobre las sillas.
En el piso polvoriento
whisky y tabaco se abrazan.
¿dónde andará el somnoliento
borrachín sin fe ni casa?
¿y el fumador? ¿y la dama
con el lúbrico fantoche
en el fragor de qué cama
le pondrá fin a su noche?
Aquí señores esclavos
de la lírica nochera
se beben cinco centavos
del pecho de las coperas.
Aquí, vestidas de fiesta,
niñas se hicieron mujeres
donde se empina la cuesta
de los oscuros placeres.
Y muchachos asombrados
por tanta noche despierta
furiosa, apenas cruzado
el humo gris de la puerta.
Y ahora está todo callado,
pálida luna se plasma.
Bailan un tango, abrazados,
dos insípidos fantasmas.