Oh, Penélope, dejemos los suspiros,
simplemente lo sabemos
que no es, no.
No puede ser el amor un rebufo sentado
que rezuma olvido.
O simplemente será que estoy cansada,
o que la vida misma me ha convertido
en una pírrica sonrisa.
Y párome de súbito ante la sombra
que fuera del cerco insinúa
que no merezco esto.
O será que Ulises regresa ciego
de tanto mirar las chispas exaltadas
del choque de las espadas.
Por eso se estremece sublime
entre mis piernas perpetuas
adorando mis pezones y mi vientre,
soñando con los ojos entrecerrados
de que es Ulises, mi Ulises.
Hombre,
debo hablarte ahora,
antes de que colgantes las carnes nos sorprendan.
Así, cuando la lucha contra la curva
de la columna sea infinita,
tendré una cálida sonrisa sobre tu hombro,
contaremos alegres las arrugas sobre la cama
y habremos sido el periplo más sencillo sobre la tierra.