Un perro moribundo bajo la acera
es también un icono.
Hace rato que el agua corre
bajo su cuerpo humedeciendo la piel.
Ya ha dirigido una mirada de súplica
al transeúnte que evade el ruego.
Ahora recibe las burlas de quienes miran
y es predecible que dentro de poco
acabará con un escupitajo sobre la cabeza.
Cae la tarde.
El ritual ha sido finalmente completado.
Que Cristo no muriese sobre aguas albañales,
diminuto y peludo,
fue sólo obra de las circunstancias.