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81- Abortos Clandestinos. Por Rincón de la insensatez

En las sábanas blancas,
desfilaron los errantes
cuerpos
como epistaxis imparable
de alientos.
Detrás de cualquier tarde sin rostro,
se escuchó el débil crujir de los huesos,
tronados como palos secos,
creando la depuración
de un milagro que partió
por el desaguadero de las almas
a ninguna parte.
Fue maldecida la bendición
reduciendo una llama a cenizas.
En un jadeante combate
un corazón naufragó en la soledad
de sus sentimientos,
siendo protagonista del olvido
e instilado gota a gota
contra la inmensidad.
Esa tarde los vientos
soplaron sin aire
cerrando la abertura de la vida
y quedando al descubierto
la fuente seca.
Los reclamos de la sangre
se diluyeron en la sopa amorfa
y en el rincón de la insensatez.
Nadie pudo darse cuenta,
sólo ellos,
los que fueron presas
de mundos filiformes,
se coronaron como reyes de los tontos
y se albergaron en el palacio del infierno
con sus ropas de fantasía.
Cuentan que más tarde
vociferaron por finiquitar
la responsabilidad del bagaje,
taladrando los sentidos
hasta desahogar su canto.
La señal del suceso
fue el desvarío melancólico
fue su canto necesario.
Cuentan que con su indigno respiro,
llegaron a ningún sitio
y vagaron con eterna trepanación
de su propio espíritu,
zurcieron sus faenas
acongojadas
y supuraron
con la razón perturbada.

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