Doña Soledad…
La dama de los que no tienen dama.
Tu otra amante en la cama
cuando ya ha pasado el orgasmo.
Señora Soledad…
La única que ríe a tu lado
cuando te laceras
con el látigo del sarcasmo.
La prostituta que te marca el paso
cuando deambulas por las aceras
sin saber bien
por qué…
para qué…
¿Hace uno a 100…?
Soledad…
Cómplice necesaria de tantos crímenes
perpetrados en la noche
por reos reincidentes
de romper tantos hímenes.
Tu pareja de baile
cuando la música deja de tocar
y desolado te das cuenta
de que ya no queda abierto ningún bar.
Sole…
Deja que te llame así, querida,
que eres y serás mi cura
cuando la herida aún supura,
cuando se encienden la luces
y acaba la función.
¡Maldición!
Que ya no sé
si te odio
o si te adoro;
si te cargas mi Fe
o si eres mi cuatro de oros.
Soledad, cantante única del coro
del crepúsculo de la vida
penetras en mi guarida
y no me haces sentirme tan solo…