Al contemplarte
de nuevo,
has vuelto, otra vez
a producir en mí
la admiración que despertaste,
la primera vez que te vi.
Con calma te enseñoreas
y al romper tus cristalinas
aguas en la orilla,
como un susurro,
te oigo decir :
¿ Con qué me compararán?
¿ Quién me podrá medir ?
Ni aún, los seres innumerables,
que pasean de continuo en mí,
pueden decir dónde comienzo,
ni tampoco, donde está mi fin.