Trueno en soprano hacia el lado de la montaña.
Lluevo del ojo derecho
porque el izquierdo ya no tiene qué llorar.
Los pies sobre la silla de una casa
que aún no adoro.
Y, en cualquier recóndito punto del ceniciento cerebro,
me pesan unos árboles, un río ancho, una llanura
(mate amargo, mate dulce,
mate lavado, tereré)
me pesan
¡maldito deseo! ¡errada convocatoria de sentimientos!
sabiendo que no volveré.