Federico,
dame tus ojos
y todo lo que ellos han visto.
Dame tu universo íntimo
de luces y vuelos,
para que yo recoja y beba
la sangre alocada que destila.
19 de agosto de 1936,
plomo y tierra
y, en medio,
la pálida muerte de la primavera.
Un ruiseñor ahogado en sangre
que agoniza con ojos asombrados.
…y los toros se suicidan en los campos
traspasados con estoques de lirios.
España es una gran plaza,
con un toro en el ruedo.
Sus astas llevan sangre
de un millón de pechos muertos.
Un toro, Federico,
un toro con cabeza de lienzo.
España ha parido una bestia
que abastece los cementerios.
La angustia crece como un rascacielos
y la sangre sube devorando pisos.
Hay aceitunas que estrangulan
el aliento fresco de los jilgueros.
Por el aire,
un corcel negro regresa de contar luceros.
Y Federico,
con los brazos extendidos,
boca abajo,
irremediablemente muerto.
19 de agosto de 1936,
plomo y tierra,
y en medio,
la pálida muerte de la primavera.