Súbete a los bigotes
yo saltaré los andamios hasta tus ojos,
y mis zarpas aún te arañarán
en la noche blanca
de saltos
in
ter
mi
na
bles
llamas
más allá de las copas flameantes
donde acude entre ramas
a nuestra raza,
tu mirada
cruzamos en la cornisa
gateando en la duda
por encima de las murmuraciones,
dejando de ella un aire
de tu ventana
abierta
agitándose en las cortinas
entre el tejado y tú,
cuando en lo más alto desciendes,
sabe el pelaje a tus caricias
una y otra vez,
y así hemos de quedar limpios
en el mismo vacío.
Como ella, vosotras
que os confundís
como el guante rojo en los atardeceres:
no temáis el brillo de los ojos,
guarda el secreto de nuestro equilibrio
(ni nos tumba la desconfianza);
sabemos caer en la noche blanca
de alturas interminables.