¡Que la palabra abandone su sordera y su mutismo y cante!
Que la palabra llore, que grite, que exija, y que arrebate.
Se busca una palabra activa que declame, que reclame, y que proclame.
Solo sirve una palabra que salga del papel y se convierta en grito denunciante.
No esa palabra pasiva, murmurante, rumiante y silenciosa.
No aquella sorda, odiosa, odiante y solapada.
No esa palabra triste, trémula, adolorida y asustada.
Menos esa otra servil, sirviente, tiritante y melindrosa.
Niego esa palabra corrosiva, pudriente y oxidante!
Tampoco sirve una palabra cálida, melosa, aduladora.
Esa palabra soterrada y temerosa no es más que el cianuro
para la propia lengua profiriente.
¡Solo sirve la palabra que se escape de la tinta y llame!
Aquella que sale del taller y huele a sangre, a grasa y a miseria;
esa que brota del campo olvidado y huele a sudor y a dinamita.
Esa palabra sin lavar; que deje el miedo y que denuncie;
esa que sale del hombre de verdad, que no se abandona y no renuncia!
Que sea una palabra harta; que vomite las verdades!
Una palabra convertida en perro, que ladre la injusticia.
Una palabra, como lobo hambriento, que aúlle la soledad y el frío.
Que sea una palabra que se torne en hiena
y se trague el cadáver hediondo del dolor!.
Que sea una palabra fuerte, decidida y limpia cual espada,
que perfore los oídos de los que se fingen sordos,
que lave con sangre los ojos de los que se dicen ciegos;
que rompa las manos y desfonde los bolsillos de las mafias
y que atasque las enormes bocas de los monopolios.
Reclamo una palabra que libre el suelo de la escoria.
¡Una palabra que detenga a toda especie de instigadores de asesinos!;
que descubra a toda suerte de timadores a distancia,
y que denuncie a toda clase de violadores de leyes y de niños.
En fin: una palabra que destruya a toda laya de protervos y corruptos,
y que devuelva la dignidad a la raza humana, antes de que el pueblo muera