Te veo, muerte,
en los ojos de tus ojos
posados en cualquier rostro.
Te siento, muerte,
pues soy hija de tu esquela;
ribete de negra ausencia
cuando me reconozco en tu sombra,
cuando el lazo de tu soga roza mi percepción
y sólo a mí rescatas en beneficio de otros ojos.
¿Hasta cuándo, muerte?
Hasta que sacies tu sed a través de mi crisol
y seco ya, sin lágrimas, llegues
para seguir bebiendo en los ojos de otros ojos.