Los cambios también
son fugaces,
nada aquí se ha detenido,
ni siquiera por un segundo,
para apiadarse
de este recuerdo azul
en el que ya
no superpones
tu imagen de enredadera.
He buscado la muerte
como recompensa diaria
en cada tropiezo,
en cada amago venenoso,
de luz y de ausencia de ti,
he decidido volver,
y cuando vuelva,
seguirán astutos
los silencios,
si es que están,
las mismas mesas
con los mismos tiempos
al borde del jardín,
el rastro cotidiano
de un motor desatascado
o el despertar vivo
de una muñeca de tela
que disfrazamos
por ultima vez.
Era fugaz la vida
cuando estabas,
rápidos raptos hipocondríacos
que aun conservo
bajo la llave violeta
de tus manos calientes,
manchadas de domingo,
y quizás cuando vuelva
todo ya no será todo
y en ese espacio
intermedio
quepa una vida
y mi cuerpo se deslice
por tu recuerdo.
Pero ya no puedo existir
porque los poros
de mi cuerpo,
se convierten en heridas
y duele,
confirmo que duele
la ausencia frágil
de tu recuerdo.
Porque era fugaz
la vida
cuando estabas,
y de eso,
me acabo de dar cuenta.