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127- El enfurecedor y el ángel boquiabierto. Por JUGGERNAUT

Llueve.
Llueve sobre los campanarios
sobre los cementerios llueve,
sobre las tumbas olvidadas,
y en las batallas, llueve.
Llueve sobre los campos de Flandes
sobre los arrozales de Indochina
sobre la triste llanura
sobre el carruaje del emperador.

Llueve sobre los soldados derrotados
apagando el humo y lavando la sangre
sobre los monasterios
sobre la piel que tirita
sobre los labios que murmuran una plegaria
sobre el valiente que maldice.

Llueve sobre las espadas gloriosas
y sobre las matemáticas erradas,
haciendo ilegible los diarios.

-Ahora el vacío se ilumina
y se aclara el espacio alucinado.
El demonio está meando en las puertas del cielo
y el vapor se confunde con el incienso.
-Soy el enfurecedor- dice.
El ángel retrocede temblando boquiabierto
ante las visiones.

-Soy el verdadero Enfurecedor-
repite el demonio,
el que inventó las jerarquías,
cuando Dios hizo al mundo.
Yo  les vacié el cerebro a los tontos,
y los condené a organizarse en tribus
y absurdas castas.
Soy el inventor del dinero,
y los bancos son mis altares.
Solamente alguien tan tonto como tú
 y los hombres,
 creyeron:
«el oro es lo que vale»,
y por mí las iglesias,
resplandecen con su brillo
Yo les inventé las matemáticas,
se las serví en una manzana,
y no pararon hasta Hiroshima
-nunca más aceptes manzanas de cualquiera.

El  ángel boquiabierto cae de espaldas y tiene un ala rota.
El huevo de la serpiente está latiendo.
Un relámpago ilumina,
los rostros congelados del enfurecedor
y el ángel boquiabierto.

Autopistas sobre campos desolados.
Y llueve, llueve…,
sobre las calaveras esparcidas
en los olvidados campos de batalla
de guerras imposibles.
Inmutablemente llueve.
Un aliento frío recorre el campo.

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