La Sensibilidad
Algo estaremos haciendo mal a tenor del cúmulo de acontecimientos y de la reacción a los mismos de una Sociedad un tanto anestesiada y acostumbrada a la normalización de hechos tan repugnantes. No es que nos parezca normal que dos tipos maten a bocajarro a personas una tarde como cualquier otra en la ciudad de El Paso y en Ohio, inducidos por un odio irracional hacia lo que significa para ellos “ser hispano”. Por supuesto que no. Pero sí nos faltaría la Sensibilidad o el carisma adecuados para no entrar ahora en vacuas discusiones inoportunas que no conducen a ninguna parte si no es a la propagación de más odio.
La sensibilidad es la capacidad para saber que la otra persona, sea cual sea su origen de nacimiento, raza, sexo, religión, ideología u opinión, es igual o más importante que tú, que merece lo mejor y que lo que digas o hagas, a saber, en contra de su persona, no sólo va a repercutir de forma negativa en ella. También menoscabará su sensibilidad, sus sentimientos, su dignidad y lo que es más sagrado, su vida.
Tampoco hay que irse a los macro acontecimientos para constatar la relación de causa efecto que supone el tener una pequeña dosis de sensibilidad o el carecer completamente de ella.
Sólo hace falta salir un día cualquiera a la calle para darse cuenta que su carencia campa a sus anchas estentórea y libremente por todos los rincones. Imagínese que un día saliese de casa y todo el mundo se volviera de ipso facto sensible hacia el Otro. De repente, nadie hablaría alto en los autobuses públicos o en los tranvías de tu ciudad, porque se hubiese percatado de que molesta y mucho. Todo el mundo respetaría el silencio supuesto o consabido en una Biblioteca a sabiendas que los demás se merecen el mismo respeto que tú. Igualmente te cederían el paso al salir de una tienda o te tendrían amablemente la puerta. O alguien más jovencito que tú te haría sitio justo al lado de su asiento en un pequeño banco del parque para charlar entonces empáticamente con él, largo y tendido, sobre los temas más cotidianos de la vida.
Serían éstos, los pequeños detalles que convertirían tu día en un gran día. No dejemos que esta pretensión sea una utopía imposible. Sólo hace falta una mayor dosis de sensibilidad por parte de todos y cada uno de nosotros. Y no vale hacerse los remolones. Si cultiváramos esos pequeños detalles cotidianos, ya estaríamos dando un paso de gigantes.
USUE MENDAZA