Cómo hablar de un tema tan controvertido, la alimentación, las semillas y los productos transgénicos, sin repetirse y sin entrar en la bipartición de la conciencia. Sin entrar en el Sí o el No.
Soy una persona a la que le gusta utilizar el principio de equilibrio en el día a día, pero debo admitir que con más asiduidad huyo, como gato escaldado, de la demagogia utópica. ¿Para qué practicarla y alabarla? Ya tenemos bastante con los políticos de nuestro planeta, ¿no crees?
¡Bien!, no me desvío del tema y trataré en este artículo sobre las materias primas con las que se elaboran nuestros alimentos y sobre las semillas y productos transgénicos pero desde un prisma distinto y sin dejar por ello de formular preguntas, aunque éstas sean políticamente incorrectas.
¿Hay especulación en las materias primas alimentarias? ¿Hay manipulación en los excedentes del sector primario? ¿De verdad hay carestía de alimentos en el mundo? ¿Corremos peligro al consumir semillas modificadas genéticamente sin conocer en profundidad el genoma, el ADN? ¿Estamos siendo usados como cobayas científicas?
Según nuestro Diccionario de la Lengua Castellana, el término Transgénico se le da a aquel organismo vivo, que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos (externos), para lograr nuevas propiedades.
Cuando lees esta definición en la RAE ya empiezas a removerte inquieto en el asiento pues eso de la modificación genética… ¡Uf!, en buenas manos, genial, pero en malas manos ¿qué ocurrirá?
No me voy a ir por las ramas —ya me conoces— y te diré que algunas empresas y países, o, mejor dicho, «El sistema», nos venden la idea de sociedad evolucionada y avanzada al utilizar semillas, productos manipulados genéticamente que solo benefician al ser humano y no perjudican a nuestro bioespacio.
Cuando oyes o lees esta postulación, cuando te empapas de documentación, cuando escuchas de labios de los propios agricultores alabanzas hacia estas semillas manipuladas genéticamente que con sus «superpoderes»—si me permites la broma— son capaces de:
- Luchar contra las plagas que diezman la producción en las cosechas.
- Producir cosechas en abundancia —mucho más que las semillas convencionales—, al haber sido manipulado el ADN.
- Semillas que se adaptan a las condiciones climatológicas extremas, con lo cual se pueden llevar a los países más castigados por la climatología, etc., etc.;
solo estas premisas son argumentos más que suficientes para enarbolar la bandera “A FAVOR DE LOS TRANSGÉNICOS”. Y supongo tampoco hace falta que diga, porque ya lo habrás deducido tú, que otro argumento de mucho peso es el de «a mayor producción, mayores excedentes». Y a mayores excedentes se puede dar de comer en un futuro a nuestra humanidad, a nuestro planeta, que, como todos sabemos, cada vez está más y más superpoblado.
Con todo esto, solo queda gritar y escribir en mayúscula… ESTUPENDO.
¿Estupendo?
¡Sí!, pero dubitativo.
No hay que ser muy inteligente para percatarse de que a mayor productividad, mayor beneficio, y mayor beneficio significa… «Money, money money» como cantaba Liza Minnelli, aunque hablar de dinero suene a políticamente incorrecto cuando hablas, escribes o narras sobre la alimentación mundial.
Pero, por favor, quédate con lo que acabo de escribir y tú leer, Productividad y dinero, que un poquito más adelante vuelvo a retomar este tema.
¡Verás!, la agricultura da de comer a media humanidad y la verdad, si ahora damos voz a la otra parte de la historia, a los agricultores convencionales y ecologistas y rascamos debajo de la superficie anterior; si escapamos de esos cánticos de sirena que enarbolan la bandera de «Transgénicos sí»… Lo cierto es que nadie conoce a ciencia cierta la repercusión en el ecosistema a medio y largo plazo de estas semillas transgénicas.
Porque la realidad que ocultan las grandes empresas, los estados… el sistema, es que los estudios para ver y contemplar el impacto medioambiental de los transgénicos es largo y costoso y las empresas que invierten en transgénicos desean beneficios rápidos saltándose a veces los protocolos de seguridad o el principio de equilibrio que te habla de realizar en laboratorios o en círculos reducidos estos u otros cultivos modificados genéticamente, y solo los países más atrevidos osan producirlo a gran escala.
Estados Unidos es el mayor productor en semillas transgénicas y Europa —más precavida y conservadora que nuestros amigos del otro lado del charco— sí utiliza el llamado «principio de prudencia» hacia estas semillas.
¡Bueno!, debo aclarar que en toda Europa menos aquí, en España, donde se cultiva a gran escala con el principio de que no se ha demostrado que perjudique a nuestros ecosistemas y a otros cultivos, cuando la realidad escondida —porque siempre hay una realidad escondida— es que existen cables de la embajada de EE.UU. en España publicados por Wikileaks en 2010 donde revelan la alianza entre los dos gobiernos para hacer presión por el sector de los transgénicos.
Y puede ser verdad lo que explica la Administración española, que en este momento no se ha demostrado el daño al ecosistema, pero tampoco puede demostrarse a ciencia cierta que no sea un daño a futuro —cincuenta 0 cien años— al medioambiente, y a su equilibrio, cuando el hombre juega a ser Dios estando en el grado de aprendiz.
No hay que ser muy avispado para comprender que, cuando se hacen experimentos, cuando se transforma el ADN y se forman «superplantas» «superanimales» y se lanzan sin control aparente al ecosistema, la especie más fuerte consume y aplasta a la más débil como así ha ocurrido en otras épocas lejanas y no tan lejanas en nuestro planeta.
Cuando escuchas a los agricultores tradicionales o a los agricultores ecologistas y te explican que no hay apenas separación entre parcelas de cultivo transgénico y cultivo convencional o ecológico —al margen de llevarte las manos a la cabeza—, también te lleva a pensar y preguntarte ¿se pueden contaminar e impregnar otros cultivos naturales o ecológicos, por diversos factores tales como el viento, los animales, etc.?
La lógica te lleva a decir sí. Existe tal contaminación, pero nuestra administración dice no.
Dice no porque no hay denuncias por contaminación, y, al no haber denuncias por contaminación, siguen concediendo libre cultivo y solo es necesario declarar en un impreso que el cultivo de tal o cual parcela es transgénico o convencional.
Entonces lanzo una reflexión:
Si la contaminación está más que probada —por que no hay que ser muy listo— para observar que los cultivos son al aire libre, y que el viento reparte su aliento en forma de polen por igual.
Si este polen transgénico campa libre y a sus anchas impregnando todo lo que toca. Si los animales comen de esas semillas o plantas manipuladas genéticamente y estos animales llegan a la cadena humana, ¿podemos asegurar categóricamente que a la larga no será perjudicial para el ser humano? ¿Podemos asegurar categóricamente que a la larga no cambiaremos la biodiversidad?
¡Uf! Hay que pensar en ello, sin duda.
También los agricultores ecologistas o convencionales tienen remedio para las famosas plagas del taladro —gusano que se come el tallo del maíz— y gracias al cual Monsanto —la mayor empresa de bioingeniería mundial— consiguió introducirse en España con su producto estrella: el Maíz MON-810, cuyos genes han sido modificados para sobrevivir a las plagas del taladro.
Los agricultores convencionales apuestan por producción y utilización de insectos depredadores y parásitos cuya función es el control biológico de las plagas voy a llamarlas «malas».
Estos insectos se estudian, se crían y se fomentan en los llamados INSECTARIOS, que encima… son gratuitos.
Entonces, vuelvo a lanzar otra reflexión:
¿Dónde está el problema en invertir dinero en investigación y desarrollo y utilizar lo que nuestros ancestros agricultores o ganaderos hicieron hace tantos y tantos siglos? Dejarse llevar por la sabiduría de la Naturaleza.
Es más, nuestros mayores, nuestros antepasados también conocían que hay diversos tipos de cultivo para cada zona, es decir, que nuestras plantas —que sí son “Superplantas”— se adaptan a la climatología del lugar.
Con todos estos argumentos en un platillo y otro de mi balanza, llamada razón, parecía que estaba equilibrada, ¡pero no!, había otro factor importante que debía añadir.
¡Verás!, antes he dicho que enlazaría todo lo expuesto con la productividad y el dinero porque no olvides que el sector agropecuario o sector primario está regulado por ley y por ejemplo aquí, en la Unión Europea, unos cuantos son los que regulan la producción de cada país.
Esas cuantas personas son las que deciden la tasa, el porcentaje, la ratio —como lo desees llamar— de producción.
Son los que deciden si un país posee excedentes, que estos excedentes deben, sí o sí, perderse, deben nuestros agricultores y ganaderos deshacerse de ellos; o por el contrario si no poseen excedentes deben adquirirlos.
Los agricultores, ganaderos, etc., están cansados de exigir que se incrementen las cuotas de producción de cada país y la UE, me atrevería a decir la inmensa mayoría de gobiernos productivos de este mundo, se niega a subir las cuotas de producción prefiriendo:
- Que los sobrantes se destruyan.
- Que los precios del mercado se mantengan.
Solo incrementando las cuotas —por ejemplo— un 2% en cada país productor se podría alimentar unas diez veces toda la población mundial.
Entonces ¿por qué esto no se aplica?
¡Verás!, no sé si conoces que todos los precios están marcados por el mercado.
Unas cuantas personas son las que marcan el precio del maíz, del trigo, de la cebada, de la leche, etc.
Si hay excedentes de producción, ese precio que ya está fijado de antemano para una producción determinada baja.
Cuando me explicaron hace tiempo mis buenos amigos agricultores y ganaderos todo esto dije:
«¡Bien! ¡Fenomenal! ¿Dónde está el problema? Si a mayor producción baja el precio, matamos dos pájaros de un tiro — como se dice en mi pueblo—: tenemos más materias primas con las que repartir a los más necesitados y encima bajarían los precios de toda la alimentación, y así vosotros, ganaderos y agricultores… todos contentos al producir más.»
Creo que mis amigos todavía se están riendo de mi inocencia.
Inocencia porque si se reducen las cuotas de producción hay menos producción, sí, pero el precio es más caro.
Los grandes especuladores (brókers bursátiles, grandes multinacionales alimenticias, etc.) son los que manejan los hilos, los que engordan o dejan caer a sus amigos si no se comportan como ellos quieren, como así explicaba en mi articulo de hace meses titulado Usura bancaria y brokeriana: Líderes en retaguardia ¿Quién y qué hay detrás?
Estos especuladores son los que fomentan y enarbolan falsas banderas de carestía alimenticia para ayudar y experimentar con una nueva forma de hacer dinero: los alimentos transgénicos.
De paso hacen engordar las cuentas de grandes empresas como por ejemplo Monsanto, fomentando la creación y distribución de semillas artificiales con las que tener «enganchados» a los «nuevos agricultores y ganaderos» y así volver a comenzar la ruleta de la fortuna de esos especuladores que solo están dispuestos a cosechar… dinero, dinero, dinero.
Cuando la realidad es mucho más sencilla. Hay campos y campos de cultivos dejados, baldíos, sin producción que pueden ser plantados con semillas buenas, naturales, ecológicas.
Si acabamos con esta especie devoradora de dinero, dinero y dinero, acabamos con la especulación, produciendo así precios más razonables y asequibles para toda la población.
Pero claro, esta es solo una reflexión mía, de Rebecca van Winter, que tal vez no tiene que ver con la realidad… ¿O sí?
Diciembre 2014
La especulación es siempre lamentable, pero más aún cuando hablamos de nuestro pan. Desgraciadamente, como concluyes, la solución quedará en una reflexión tuya a años luz de la realidad. El dinero sigue moviendo el mundo y para muchos la vida humana importa poco.
Un abrazo fuerte.
Hola Elena.
Lamentablemente, es así.
El dinero sigue moviendo éste gigantesco planeta y más de una vez dan ganas de pedir por favor, o sin favor, que se apeen de él esas aves de rapiña que solo piensan en dinero, dinero y más dinero sin importar nada más.
Un abrazo grande
Rebecca
Rebecca, felicidades por el trabajo, que por cierto siempre desempeñas de una manera muy profesional y rigurosa.
Valoro en este caso, cada una de tus fundamentadas críticas.
Te deseo una Feliz Navidad, armonía, amor y paz.
Un fuerte abrazo.
( Impía )