«Antonio Colinas empezó muy joven, completó la generación de los novísimos», ha dicho Luis Alberto de Cuenca, miembro del jurado. «Sus poemas son llenos de cultura, ha traducido a Leopardi y siempre ha reconocido que bebe mucho de Virgilio, además de estar influido por la tradición mística de Juan de la Cruz». «Es un heredero digno de la generación de los cincuenta. De una limpieza de sentido literario, con ritmo y sonoridad inigualables».
Nació en La Bañeza, León, el 30 de enero de 1946. Ha publicado una obra variada que ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura en 1982 y obras clave de la poesía hispanohablante como Poemas de la tierra y de la sangre, Preludios a una noche total, Sepulcro en Tarquinia, Noche más allá de la noche y Canciones para una música silente.
Colaborador habitual de El Norte de Castilla, Antonio Colinas es uno de los más destacados poetas de la Generación de los Novísimos, además de narrador, ensayista, traductor y crítico literario. Su obra ha estado siempre abierta a otras culturas, con un sentido profundo de universalidad y fiel a ese concepto que siempre ha defendido de la fusión entre la experiencia de vivir y la experiencia de escribir, entre poesía y vida. Su obra literaria no se puede entender sin su experiencia vital, que le ha llevado, entre otros, a rincones tan dispares como Córdoba, Madrid, Milán, Bérgamo Ibiza o la misma Salamanca.
«Soy un escritor y un poeta que ha trabajado mucho, más de cuarenta años de mi vida dedicados a la traducción y a la crítica literaria con 75 libros en primera edición. Es verdad que hay premios que dignifican y que honran, y que en ciertos momentos son un estímulo y ayudan a respirar económicamente, pero lo importante es la obra», aseguraba ayer el escritor, asomando una satisfacción contenida que no solo responde al apoyo institucional sino también al abrazo del lector de a pie, al calor que le demuestra la calle en el día a día.
dad de Salamanca (dotado con 42.000 euros), se entregará en noviembre, en Madrid.
La prueba
Mira: a punto estás de penetrar en el bosque.
Vas a dejar la casa blanca de la cima,
tan plácida, tan llena de música y sosiego,
y ahí te espera el bosque impenetrable.
Irremediablemente deberás cruzarlo:
el bosque que desciende por ladera escabrosa,
el bosque en que no hay nadie
y el bosque en el que puede haber de todo,
el bosque de humedades venenosas,
morada de lo negro
y de una luz que enturbia la mirada,
Entra en él con cuidado y sal sin prisas,
mas nunca se te ocurra abandonar la senda
que desciende y desciende y desciende.
Mira mucha hacia arriba y no te olvides
de que este tiempo nuestro va pasando
como la hoz por el trigo.
Allá arriba, en las ramas,
no hay luces que te cieguen si es de día.
Y si fuese de noche,
la negrura más honda la sierran faros ciertos.
Todo lo que está arriba guía siempre.
Mira, te espera el bosque impenetrable.
Recuerda que la senda que lo cruza
la senda como río que te lleva
debe ser dulce cauce y no boa untuosa
que repta y extravía en la maraña.
Que te guíe la música que dejas
la música que es número y medida
y que más alta música te saque
al fin, tras dura prueba a mar de luz.