Abierto el periodo de recepción de textos para el Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet 2018
Un año más, y ya son doce, nos complace poder convocar el Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet. Dada la enorme y creciente participación en las últimas ediciones, albergamos expectativas muy optimistas. Lo cierto es que nuestros concursantes y simpatizantes nunca nos defraudan, ni por cantidad ni por calidad.
Los textos que se presenten desde hoy hasta el 15 de julio quedarán en manos de un equipo compuesto por reputados profesionales de la literatura, de solvencia más que contrastada. No nos cabe duda que la altísima cualificación profesional de nuestros jurados constituye, precisamente, una de las motivaciones esenciales que animan a nuestros participantes a escoger este certamen frente a otros. También, quiero creer, la certeza de que sus textos son leídos y juzgados con todo respeto y afecto; que ellos, autores pero también seres humanos, no se convierten jamás en meras cifras. Nutro la firme convicción de que la honestidad intelectual y la calidad humana siempre se advierten, salvando incluso las distancias físicas que inevitablemente nos separan, y sospecho que ése, junto con el común amor por las letras y el género humano, es el fuerte vínculo que nos une a nuestros participantes dando lugar uno de los más hermosos y emocionantes milagros que existen.
En otro orden de cosas, por segundo año consecutivo, al tiempo que nuestras bases de la presente edición, damos también a conocer al público ahora la antología de textos finalistas de la edición apenas clausurada. En una sociedad donde casi todo se ha vuelto efímero, donde a menudo banalizamos a la ligera hasta lo más esencial, queremos darles algo perdurable que puedan recordar con afecto en los años venideros. Porque pensamos que el trabajo y el amor por el oficio que uno desempeña, en efecto, hacen la diferencia. Por eso nos sentimos orgullosos de poder ofrecer lo que estimamos una edición digital especialmente cuidada, rigurosa y, si se me consiente decirlo, también de indudable belleza.
En esta ocasión hemos escogido para nuestra portada una sobrecogedora interpretación de la expulsión del paraíso por la que siento especial afecto, una de cuyas versiones ‒Expulsión. Luna y luz de fuego‒ se conserva precisamente en Madrid, en el Museo Thyssen-Bornemisza. En la versión del Thyssen-Bornemisza, una original y desoladora alegoría nocturna, curiosamente, el elemento humano está totalmente ausente. En la versión que hemos escogido nosotros, Thomas Cole opta por introducir las figuras de Adán y Eva a un tamaño tan reducido que el espectador apenas repara en ellos ‒si bien el lector puede contemplar su desesperación en la contraportada, que reproduce una ampliación de este elocuente detalle‒. Parece como si nadie estuviese dispuesto a apiadarse de su desgracia; como si su tremenda tragedia fuese insignificante frente a la inconmensurable belleza y grandiosidad de la naturaleza salvaje y aún virgen, la misma que fascinó al pintor ‒padre de la Escuela del río Hudson, que habría de convertirse en el precursor de la fecunda corriente paisajística americana del XIX‒ cuando siendo adolescente, procedente de la severa y austera Inglaterra, desembarcó en el Nuevo Mundo. La misma naturaleza que, frente a la creciente industrialización, él se encargo de idealizar igual que hicieron también desde el ámbito literario algunos escritores contemporáneos, tales como James Fenimore Cooper y su conocida novela El último mohicano ‒que, de hecho, sirvió de inspiración al pintor para realizar varias obras sobre los indios nativos y su amenazada forma de vida‒. El propio Cole celebró esa prodigiosa naturaleza en no pocos poemas de los aproximadamente cien que llegó a escribir.
Diría que el género pictórico y la propia filosofía del pintor armonizan perfectamente con el argumento que aborda el poema ganador y, en general, con un hilo argumental que atraviesa de comienzo a fin esta recopilación, el de la pérdida y el desarraigo en sus más variadas vertientes: migrantes desplazados por la guerra, urbanitas despojados de los paisajes naturales, individuos incomunicados y privados del calor humano, víctimas del desamor… Hombres y mujeres que, de una forma u otra, contra la propia naturaleza humana, se convierten en islas. Creo que la obra de Cole transmite a la perfección la acongojante sensación de orfandad que recorre las páginas de este libro, la misma que en el fondo acecha a todo ser humano.
Porque el viaje constituye una perfecta metáfora del arriesgado periplo de la existencia, a la que el propio Cole recurrió también en su serie titulada El viaje de la vida, alegoría de las edades del hombre.
Entendemos que en un panorama editorial complejo que propone una oferta muy amplia aunque no siempre de calidad, a menudo el talento pasa desapercibido entre la masa. Por eso pretendemos dar visibilidad a nuestros finalistas, acercar a un público formado y con juicio crítico obras que nuestro jurado ha estimado especialmente meritorias. Creemos que, en las actuales circunstancias, éste es uno de los mejores premios que podemos ofrecerles. El ganador, además, cuenta con un amplio comentario y aparato crítico sobre su obra, un esfuerzo que dota al lector, ya sea aficionado a la literatura o especialista, de armas con las que sacar el máximo partido al texto premiado.
Para ir finalizando, deseamos expresar nuestra gratitud a las embajadas que este año han decidido respaldar la nueva edición del certamen. Me consta que su presencia significa mucho para nuestros participantes, ya que interpretan su compromiso con este evento, y yo comparto su punto de vista, como una muestra por parte de sus respectivos gobiernos de consideración y respeto hacia ellos, que son uno de los principales patrimonios culturales de sus países. En tiempos donde la cultura parece haber pasado a segundo plano frente a otros ámbitos de la vida, como el económico, que monopoliza todas nuestras atención, reconforta constatar que todavía hay administraciones dispuestas a defender otros modelos posibles, unos más respetuosos con el ser humano y sus esencias, que procuren al individuo una verdadera riqueza integral para el cuerpo y el espíritu.
En este sentido, entendemos que un papel fundamental lo juegan instituciones de formación superior que salvaguardan y difunden los conocimientos en sus diversas vertientes. Nuestro propio certamen nace y crece bajo la protección de la Universidad de Helsinki y nuestro jurado está constituido en buena medida por profesionales de la literatura que desarrollan sus actividades investigadoras y docentes en el ámbito de la universidad. Por eso nos honra poder contar, un año más, con el respaldo de varias universidades distribuidas en distinto países de habla hispana, así como de otros organismos e instituciones cuya función principal consiste en velar por el desarrollo del pensamiento y la literatura. Nuestra gratitud va para todas ellas y muy especialmente para la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que además de respaldarnos acogerá este año nuestra entrega de premios en su sede central de Madrid.
El Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet se revela una aventura conjunta, un viaje compartido en el que muchos esfuerzos se aúnan y donde es el propio trayecto, la riqueza interior que durante éste seamos capaces de acumular, el que determina nuestro destino. Nunca nos hemos considerado exactamente un concurso literario al uso: nuestro objetivo principal no consiste en entregar un premio a una única persona, por mucho que la satisfacción del premiado ‒y la de los finalistas‒ nos haga siempre inmensamente felices. Por el mismo motivo, nunca hemos considerado a nuestros participantes meras cifras, pues cada uno de ellos se revela un universo particular e irrepetible cuya obra ofrece una aportación única.
Esta filosofía explica también que nuestro certamen sea único por cuánto respecta el premio que entrega. Premiar al ganador con un retrato suyo implica asegurarle una pervivencia que en el mundo actual, donde hasta el talento parece sujeto a modas y todo es efímero, se encuentra fuera del alcance incluso de creadores de sólida reputación y carrera. Por desgracia, lejos quedan los tiempos en los que el arte solía interesarse por los escritores de manifiestos méritos. Por eso valoramos tanto el proyecto de recuperación de grandes figuras literarias que lleva adelante desde hace más de una década quien se encargara de inmortalizar a nuestro ganador, el pintor español Alejandro Cabeza, cuyos retratos de escritores consagrados enriquecen las colecciones permanentes de numerosos museos nacionales y extranjeros. Creemos que constituye una oportunidad única para nuestros ganadores el pasar a formar parte de esta galería de personalidades literarias. Y el orgullo con el que nuestros premiados posan junto a sus retratos en sus respectivos hogares nos corrobora que no nos equivocamos.
En tiempos donde la indiferencia suele imperar, donde el reconocimiento raramente se concede siquiera a los actos más meritorios, nos complace poder premiar los esfuerzos y logros de semejantes que además son compañeros de profesión ‒o afición‒, aportando con ello un poco de felicidad a otras vidas. Así, esperamos que nuestro concurso se convierta en una suerte de oasis, un pozo vivificador y una tregua, un respiro dentro de un viaje que a menudo se revela duro desierto o extenuante carrera de fondo para los escritores.
Abrimos ahora el periodo de recepción de obras correspondiente a la décimo segunda edición del Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet. Una atenta lectura de las bases podrá realizarse AQUÍ. Nuestras puertas permanecerán abiertas hasta el 15 de julio del presente año. Todos los interesados en participar, con independencia de su país de origen y residencia, serán bienvenidos.
Salomé Guadalupe Ingelmo
Coordinadora del Certamen Literario Internacional Ángel Ganivet
Para más información:
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Fb: @ConcursoLiterarioInternacionalAngelGanivet