Una madre solitaria aferrada a un muñeco, simbolo del hijo que perdió por diversas circusntancias de la vida, y un joven que vive en la calle, recogiendo cartones y pidiendo limosnas con una única premisa: «sólo pido una mirada de comprensión».
Dedicado a los solitarios que se buscan en la soledad impuesta.
© Isidro R. Ayestarán, 2008
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