Valle de Lecrín – Granada
Nuestro país siempre me sorprende para bien. Que le digan a una que la construcción de uno de los puentes ferroviarios metálicos del mundo conocido como “Puente de Lata” corresponde a la Dirección del Ingeniero Civil del emblema parisino por antonomasia, que su nombre es Gustave Eiffel y que dicho puente está en la mismísima provincia de Granada, concretamente en el hermoso y tranquilo Valle de Lecrín, es cuando menos curioso y muy llamativo. Y enfatizo lo de muy llamativo por dos razones muy concretas: primero porque muchas de las personas que por trabajo hemos -como quien dice- emigrado a esta zona sureste de Andalucía desconocíamos este sorprendente dato y segundo porque la gente oriunda de aquí parece, a los ojos de una foránea, no darle la importancia que se merece. Que la tiene y mucha.
Para descubrir el Valle de Lecrín si venimos desde la ciudad de Granada, hace falta desviarse en la salida 153 por la autovía en dirección a Motril. Imprescindible contar con un día libre en la fecha más propicia del año para ser porteadores de la mejor cara del valle, es decir la primavera. Por último y no por ello menos necesario, condición sinequanon, asegurarse también, si se elige no venir sola, una grata compañía, siempre premisa indispensable como para todo lo que una se proponga buenamente hacer en la vida.
Como la primavera este año ha venido demasiado calurosa, una de las rutas refrescantes que puede un buen Ticorunner – senderista que se precie recorrer en Lecrín es el BARRANCO DE LA LUNA, un sendero homologado por la Federación Andaluza de Montañismo y tesoro geológico de esta provincia. El inicio del recorrido parte del cementerio-aparcamiento de SALERES, uno de los bonitos pueblos que conforman el valle. Por las avenidas del agua, el/la Tico se irá topando con muchas grietas y algunos surcos (obstáculos que salvará con pericia o ayudado por alguna mano tendida y amiga). O se maravillará con las gargantas profundas de origen kárstico o de piedra caliza producida por los sedimentos depositados cuando el Mar de Tetis cubría esta zona, terminando por originar un arrecife coralino y muestras de fósiles en formas de conchas, que atraen nuestra atención, nunca esquiva.
Tampoco podemos obviar aquí la riqueza de esta área en cuanto al generoso despliegue de flora y árboles frutales, desde amapolas, hinojos, limoneros, naranjos y aguacates. Alguna que otra calabaza gigantesca he visto también y no especialmente en esta época primaveral, sino allá por el mes de diciembre, cuando las mujeres de Albuñuelas visten el árbol de navidad con hilos de ganchillo. Durante todo el año sí que la profundidad de las laderas hacen de recodos protectores y propician por tanto un microclima especial y único.
Seguramente ya hacia el mediodía, los frutales del camino nos despierten el apetito, que es siempre señal inequívoca de gozar de una buena Salud. Una parada muy recomendable para los que nos se acercamos a este paraje, es el restaurante la “Despensa del Valle”, situado en el cercano pueblo de Restábal, donde después de curiosear un bohemio mercadillo inglés, aunque con acento “spanglish”, el día nos tendrá reservada aún una grata sorpresa: una amiga Ticorunner, dotada con un especial don para todo lo que tenga que ver con las manos, nos deleitará improvisadamente un repertorio musical al piano, instrumento que, por azar, encontramos en el bar de la esquina. Será en la Despensa donde probemos la típica comida local, “el remojón de naranja”, que nos brinda directamente el valle, para después y como broche de oro final, degustar entre amigos el frío y apetecible gazpacho andaluz con su pan de picatostes, que hará sin duda las delicias de nuestros estómagos, terminando plenos y contentos una jornada perfecta, por la que podremos presumir de haber sido felices y comido perdices.
USUE MENDAZA