Vidriera frente a la escalera principal. A su derecha, el busto en vitrina de don Miguel de Unamuno. A su izquierda, también en vitrina, una bomba de la Guerra Civil.
Tributo a las Bibliotecas (Bidebarrieta, Bilbao)
No siempre me sucede, pero en ciertas ocasiones especiales, cuando entro en una de ellas, el libro y mi asiento caprichosamente escogidos, recuerdo a uno de nuestros grandes literatos, Borges… cuando decía que “el paraíso sería algún tipo de Biblioteca”. Añadiría que hay bibliotecas y bibliotecas. Y luego está la Biblioteca de BIDEBARRIETA en la bella, abierta, cultural y cosmopolita ciudad de Bilbao.
Tuve ocasión, justo este verano de visitarla a tenor del Ciclo “Diálogos con la Literatura del s. XXI” sobre “La guerra y la paz en la literatura”, encuentro que reunió en la principal biblioteca de toda la red bilbaína, a dos grandes escritores del panorama literario actual: a Lorenzo Silva y al periodista Víctor Amela.
Si bien este diálogo se torna, dentro de nuestro contexto político internacional con la Guerra en Ucrania, indispensable y muy aleccionador, y la conversación entre ambos resultó por las confidencias propias, muy enriquecedora, reconozco que, sin evadirme del todo de lo que en el salón de actos de Bidebarrieta se trataba, no pude resistirme a inclinar mi cuello hacia arriba para recrearme con la decoración pictórica de sus techos, obra del pintor bilbaíno (también muralista) Anselmo Guinea, en la que pude maravillarme con varias de las escenas o representaciones que recubren el majestuoso salón: la Música, el canto, la danza, la prestidigitación, la comedia, la tragedia y las conferencias, todas ellas en forma de ángeles tocando, danzando y declamando. Eché en falta la pintura del plafón central, hoy desaparecida y ejecutada por José Echenagusia.
Para conocer la historia de esta Biblioteca nos debemos remontar a 1875, año en el que la Asociación cultural EL SITIO, encarga el edificio, obra del arquitecto español SEVERINO DE ACHÚCARRO, apellido este último, muy ligado a la villa bilbaína (pensemos por un momento en el internacionalmente reconocido pianista bilbaíno Joaquín Achúcarro). La Asociación EL SITIO la conforman burgueses liberales, enriquecidos por la fuerte industrialización y desarrollismo de Bilbao. Así, desarrollan y organizan una biblioteca donde se dan cita lo más granado de la intelectualidad en ese momento, Miguel de Unamuno, Lorca, Ortega y Gasset, Niceto Alcalá Zamora, Margarita Xirgu… La sede se da a conocer entonces como el “Palacio de las Libertades”.
Existen en la evolución de este ecléctico edificio (de una arquitectura para nada apabullante, en todo caso de una elegante simplicidad, fachada barroquizante con sus mansardas e interior de bóvedas románticas), dos fechas hitos, que son 1938 y 1983; primero, la toma de Bilbao por las tropas franquistas (sociedad disuelta y sede incautada para hospital de guerra) y segundo, las graves inundaciones que afectan a todo el Casco Viejo, respectivamente. Esta última tragedia que se ceba con toda la parte antigua, ocasiona grandes destrozos al edificio y a los Fondos.
Pero como dicen que no hay mal que por bien no venga, es a partir de la inundación que la parte vieja de la ciudad de Bilbao resurge de nuevo y con ella, milagrosamente Bidebarrieta. Comienza entonces una obra integral de restauración que dura cinco años, hasta la apertura de nuevo al público como Biblioteca Municipal que tiene lugar en diciembre de 1988.
Para que se hagan una idea en conjunto de lo que esta Biblioteca es en la actualidad, me voy a referir a dos aspectos característicos: por un lado, su fondo ARRIAGA, que conserva nada más y nada menos que las partituras originales del afamado compositor bilbaíno Juan Crisóstomo Arriaga, que da nombre, por cierto, al Teatro de Bilbao, también afectado por las riadas, pero nuevamente proyectado y restaurado (si todavía no lo han visto, les aconsejo visitar su escalera imperial). Y por otro, su mítico Salón de Actos, donde, de verdad, da gusto entrar y que recibe el nombre de BIDEBARRIETA KULTURGUNEA.
Como decía anteriormente, no siempre me sucede que me acuerde del gran Borges cuando entro en alguna biblioteca y, sin embargo, algo de su grandilocuente espíritu lector tiene que vagar por ellas; muy especialmente en la que hoy nos ocupa, la de Bidebarrieta, que está, ténganlo muy en cuenta, a escasos metros del Teatro Arriaga y en la que una, la que aquí suscribe, ha tenido el honor y la ocasión de visitar. Nuestro Don Jorge Luis Borges hubiera percibido en ella, nada más entrar y a pesar de su ceguera, su paraíso particular en la tierra. ¡Por ello, que viva Bidebarrieta, que vivan las bibliotecas!.
USUE MENDAZA