Yves Bonnefoy, «La larga cadena del ancla». Por Arturo Tendero

Yves Bonnefoy

Foto: Éric Feferberg Agence France-Presse

 

YVES BONNEFOY
La larga cadena del ancla
La hora presente
Edición, traducción y prólogo de Enrique Moreno Castillo
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016

 

«Quien tiene el pensamiento del horizonte no tiene dios: le bastan esas lejanías…». Yves Bonnefoy murió en 2016.

Había nacido en Tours, noventa y tres años antes, y hasta cumplidos los treinta no había publicado su primer poemario. Su obra es ingente y abarca la poesía, pero también la crítica, la edición, la traducción y la docencia. Los dos poemarios que acaba de publicarle Galaxia Gutenberg en edición bilingüe, La larga cadena del ancla (2008) y La hora presente (2011), son sus penúltimas obras. Aún tuvo tiempo de escribir otro libro más, Todavía juntos, y de presentarlo antes de morir. Enrique Moreno, el traductor, apunta que Bonnefoy es de los autores que no cambian de tema a lo largo de su trayectoria, aunque varíen el enfoque y evolucionen. Su poesía es un continuo preguntarse por lo que tiene la vida de inaprensible debajo de su promesa de plenitud. La larga cadena del ancla parte de referencias literarias y culturales. De hecho el título procede de una leyenda: los feligreses reunidos en una iglesia irlandesa se vuelven de pronto hacia la puerta, que ha quedado abierta, y contemplan un ancla gigantesca clavada en el suelo. Salen y ven un barco que navega por el cielo y a un ser que se descuelga para liberar el ancla. Algunas de las piezas, sobre todo las prosas, tienen ese mismo aire onírico, describen detalles significativos en medio de una escena brumosa; como la niña que tiene un nombre interminable y no puede saber quién es pues su nodriza no termina nunca de llamarla. Los «casi sonetos», otra de las divisiones del libro, homenajean a artistas emblemáticos: «¡En el nido del Fénix cuántos se han / quemado los dedos al remover cenizas!», empieza el dedicado a Leopardi. «Pero unas corrientes llevaban, silenciosas, / sus palabras más lejos que él en la conciencia, / tuvo miedo de ser más que su deseo», acaba el de Wordsworth. El otro libro, La hora presente, encarna recuerdos y vivencias personales, despojadas del contexto en que sucedieron: «el recuerdo es una voz quebrada, / se la oye mal, aunque se preste oído». Solo somos lenguaje: «Y palabras, todo eso, palabras, compañeros, ¿qué otra cosa poseemos?»

Arturo Tendero

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