LA METEORÓLOGA DE SÍ MISMA
ANTOLOGÍA PERSONAL (2004-2014)
CARMEN BELTRÁN
LA CABAÑA DEL LOCO
ISBN: 978-84-948199-1-9
La meteoróloga de sí misma, antología personal de Carmen Beltrán Falces, nos ofrece la oportunidad de sumergirnos en un compendio estudiado y calibrado de sus cuatro libros anteriores: Prohibido jugar (Celya, 2004), Pecado original (Ediciones del 4 de Agosto, 2007), Cuaderno de sal (Los libros del señor James, 2010) y Ser como el pan (Poética y peatonal, Ejemplar Único, 2014). Ya el título es significativo y muy especial y he de confesar que me llamó poderosamente la atención desde el principio. Ser meteoróloga de una misma. Apoderarse por un instante de los tiempos. Cuidarlos marcando las necesidades. Saber dónde convergen los vientos favorables.
Y nadie mejor que la propia poeta para introducir este florilegio relatando certera y cercanamente cómo se gestó, los tiempos en que germinó cada verso, su pasión por la poesía, así como por el proceso evolutivo que conlleva sacar un poemario a la luz, el reencuentro con los primeros escritos, el misticismo del papel en blanco.
Con una sencillez digna de elogio y un lenguaje de tú a tú nos va adentrando en su mundo; ese mundo que no es otro que su relación directa o indirecta con todo lo poético, su maternidad como acto primordial antepuesto a cualquier otra condición, su relación con los libros, con otros poetas. Relaciones que navegan entre lo personal y lo profesional.
Pero quien conoce a Carmen Beltrán sabe que no es necesario que escriba poesía para que la construya en todo momento a través del contacto piel con piel que mantiene con el mejor de sus poemas: sus dos hijas. No obstante, la disección de la mujer poeta y de la madre sólo es posible a través de esa hoja en blanco que los que amamos la buena literaria esperamos que ella encare.
La exactitud y la concentración expresiva definen el hacer poético de Carmen Beltrán, quien, sin grandes artificios, consciente de que más es siempre menos, descubre nuestra naturaleza en un mundo cada vez más desdibujado, mistificado, espurio e «irreal».
Carmen entiende que no hay literatura sin esencia, sin expresión del ser. Que, definitivamente, sólo el amor puede generar el espacio fértil propicio para la comprensión de la obra. El amor con mayúsculas. Eso y la aceptación inexorable del paso del tiempo, la lucha por permanecer dentro del territorio del respeto más allá de la pasión primera. Ese amor de hemorragia y ancestral que encontramos en el poema «Sangre» de Pecado original. No hagáis daños a los míos / mi sangre arde con el ímpetu que le regalan milenios de Historia. O el amor de pareja en «Esos aprendizajes»: de su desdén aprendí que mi amar es como el musgo/ y hasta en las piedras más frías puedo echar raíz.
Nadie puede negar la excelencia y el brío de estas imágenes, y déjenme que prosiga con la palabra «precisión» y señalando el proceso evolutivo y personal por el que transita Carmen Beltrán en esta antología, pues es ella la que define el verso claro donde todos nos identificamos con la mujer, la poeta, la madre.
Por mediación del escritor la palabra se libera de todas las rémoras, limitaciones y malentendidos que le impone el uso común, el convencionalismo social. Y, en efecto, la palabra deja de ser, en manos de la escritora Carmen Beltrán, lo «codificado», lo «unidireccional», lo aceptable para la masa, el lenguaje del poder; y se torna vibración y resonancia mágicas en los terrenos del ser.
El acto poético resulta, pues, profundamente liberador, deviene el ejercicio de una conciencia enfrentada a la problemática del mundo real, la práctica de la lucidez que reconocemos en estos versos de Cuaderno de sal: Saber no cura, pero nos aplicamos a ello / por miedo / por curiosidad, por orgullo/ Porque siempre queremos ser más de los que somos / ignoramos que no habrá nada tan doloroso como conocer todas las respuestas.
Porque a los hombres nos rige no sólo nuestra vida reflexiva, la fuerza del pensamiento y de la razón, sino también, y no en menor grado de importancia, la brumosa verdad de los sueños, lo desconocido, oscuro e innombrado presente en ellos, la otra cara de la realidad, la rica materia de la cual los poetas y los artistas extraen la inexorabilidad de la experiencia. Lo que ocurre es que esa experiencia se trastoca cuando topamos con una nueva vida que cuidar y proteger en la cercanía y la fragilidad con la que se palpa la nueva condición, se sondean las posibilidades, se acuña el término «amor» en toda la extensión tal como nos los sigue ofreciendo en función convocatoria en Ser como el pan, ese pan que se reparte cada día pues no sabe de amor quien se siente entero.
«El hombre sólo es él mismo cuando descansa», dice Erich Fromm en su estudio sobre el sentido del shabbat en la cultura judía. La poesía es ese descanso: un descanso abismal, una suspensión del tiempo, una extrema ofuscación del espacio donde el ser se reencuentra con su forma original y lo sublima:
Estarás a la intemperie que es lo que queda lejos del poder y de sus focos / solo ahí se es libre y también desgraciado (no conozco yo aún premio sin herida) / contigo crecerán tus cicatrices/ ámalas/ cuídalas / porque serán el mapa que te explica / en ellas florecerá la luz/ de quien te quiera.
El acto poético no deja de ser un milagro. Un milagro creativo en el que una palabra particular, fuera del circuito de la comunicación, tomada en su materialidad, deja de ser un medio para ser un fin en sí misma. Así Sartre, emparentándola con la música y con la pintura, dirá sobre este arte que el poeta «no se sirve de las palabras, sino que las sirve».
Pero ¿qué sería del lenguaje del poema sin ese lector que lo hace suyo?
Por ello, entre otras muchas razones, les pido que hagan suya esta antología de Carmen Beltrán, que transiten por ese clima del que es legítima dueña para hacernos partícipes de la heredad.
Carmen Beltrán Falces (Logroño, 1981), licenciada en Humanidades por la Universidad de La Rioja y posgraduada en Gestión y Cooperación Cultural Internacional por la Universidad de Barcelona, es miembro de la Asociación Cultural Planeta Clandestino, así como de su rama editorial, Ediciones del 4 de Agosto.
Pilar Gorricho