Detalle de La conversión de Recaredo I, de Antonio Muñoz Degrain
RECAREDO, primer rey católico.
Recaredo fue el fundador de la nacionalidad y monarquía españolas; abrazando la fe católica y consiguiendo la unificación del pueblo visigodo y el hispano-romano, a él le debemos tener Patria, que se consolidó el año 589 en la celebración del III Concilio de Toledo.
Fue el hijo menor de Leovigildo, quien goza del mayor prestigio militar en la larga lista de reyes godos: El reino suevo del noroeste había sido vencido y absorbido por el de Toledo, los bizantinos del noreste quedaron mermados y reducidos a una franja costera tras la conquista de casi toda la Penibética, incluida Granada. Los pueblos bárbaros del norte y el este, los francos, los borgoñones y los ostrogodos fueron combatidos, incluso por el propio Recaredo acompañando a su padre.
Quedaba por institucionalizar un reino, consolidar todo lo conquistado y reforzarlo. Ese fue el momento de Recaredo, que tras su conversión al catolicismo y asumir la sucesión al trono, emprendió la tarea de fusionar los dos pueblos hispanos: el indígena romanizado y el germánico invasor (menos romanizado y profesando el arrianismo). Hasta entonces, las dos etnias –mayoría hispanorromana y minoría hispano-goda- estaban separadas legal y espiritualmente, con prohibición expresa de matrimonio; ya Leovigildo inició acciones de unificación bajo el manto arriano, todas ellas resultaron un fracaso.
Fue Recaredo el rey que consiguió esa anhelada unificación tras su conversión dos años antes de la celebración del Concilio en Toledo. El arrianismo cedió frente al catolicismo, y ya, unificados en lo espiritual, se puso fin a los enfrentamientos civiles, comienza el asentamiento de unos principios comunes, de una Patria.
No fue pacífica esa consolidación, pues nobles arrianos se levantaron en armas, conspiraban, también los judíos y los paganos sembraron obstáculos; bajo un mandato arriano podían especular y arrebatar bienes y posesiones a los católicos; de ahí su afinidad.
El obispo Sunna de Mérida, con respaldo civil, en colaboración con Segga (aspirante al trono), se alzó en armas. Recaredo los venció, los desterró a África y le cortó la mano a Segga, todo un signo que le imposibilitaba simbólicamente para reinar. Sus dos arietes contra la gran conspiración fueron el duque Claudio y el Obispo Masona.
El conjurado traidor fue Witerico, que pasó a las filas de Recaredo. Luego se rebeló Godsuinda, viuda de Leovigildo y antes de Atanagildo, arriana que maltrató a Ingunda y luego animó a la rebelión a su marido Hermenegildo. Ahora animaba a los arrianos de Toledo, pero también fracasó y murió, no sabemos si como merecía tan gran intrigante.
También en Septimania se rebelaron algunos nobles arrianos con el apoyo exterior de Gontrán de Borgoña. Claudio los venció tras cruentos combates. Por último, Argimundo quiso también hacerse con el trono de Recaredo y se quedó sin cabellera y manco, según la reciente costumbre.
El gran político y pensador Saavedra Fajardo, dice así: Fue gran maestro de los demás príncipes el rey Recaredo. Usó de una política prudente, de que deben usar los príncipes nuevos, y fue deshacer aquellas cosas que habían hecho odioso a su padre, restituyendo con mayor aumento a las iglesias y a los pueblos, sus heredades y bienes, confiscados y aplicados por su padre al fisco. Moderó los tributos. Venció con la clemencia la aspereza, con la bondad la malicia y con la beneficencia la avaricia del gobierno pasado. A estas artes acompañaba su presencia benigna y majestuosa y su trato dulce y apacible, que son las condiciones más poderosas para ganar la voluntad de los súbditos. Era prudente y pío. Las provincias que su padre conquistó con la guerra, mantuvo con la paz, las estableció con la justicia y las rigió con la moderación. Sus tesoros empleaba en los gastos ordinarios de la corona y en las necesidades públicas y particulares, juzgando que para beneficio público había heredado el reino, con lo cual se hizo amar tanto de todos, que le llamaban padre, cobrando tal opinión y autoridad que los redujo suavemente a la religión católica, asistiéndole todos en las demostraciones de severidad contra los obstinados; porque hecho una vez capaz el pueblo de su conveniencia, es ejecutor del rigor, aunque sea contra sí mismo, sin reparar en su libertad ni en sus privilegios”
San Isidoro (hermano de San Leandro, que fue director espiritual de Recaredo) -que por cierto eran de Cartagena- fue el hombre más brillante del siglo VII y dejó para la posteridad, dentro de su inmensa obra, el celebérrimo Laus Hispaniae. En él tenían cabida muchos reyes godos, pero ninguno mejor que Recaredo, acaso el más importante de nuestra Historia.
No en vano, nuestros Soberanos católicos Isabel y Fernando, prosiguieron la magna obra de nuestro primer Rey católico, padre de la Patria, Recaredo ya que aunque consiguió la unificación religiosa no terminó de consolidar la territorial, dejando la provincia bizantina en manos del emperador romano de Oriente.
Libro sobre la época: