Territorio para el fuego (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2012), último poemario de Javier García Cellino, es, en realidad, una continuación de aquel Disposición de la materia con que el autor obtuvo el Premio «Leonor» en 1997.
Compuesto por tres partes muy distintas, de las que la última, que da título al volumen, constituye el núcleo, la obra se abre con unos haikus de las estaciones («Los misterios de Eleusis», cuatro poemas pequeños agrandados por la perfección formal y la vívida sensación de transitar por los inmutables cambios de la naturaleza), continúa con «Detrás de las vísperas» en una poesía calma y trascendente, y desemboca definitivamente en la soledad de la noche y la desolación del paisaje.
Un elemento, sin embargo, concilia el tríptico; un componente definido por el primer poema («Introducción»), que quizás debería volver a leerse al final de todo, y la cita de René Char que sirve de encabezamiento: «¿Quién guía tanto afán / de afirmar la carne?». «¿Qué somos, en verdad, / sino una palabra que entra / y sale de los sueños?».
El poeta, inmerso en el girar de las estaciones, preocupado por la memoria de la tierra y el recuerdo de los antepasados, se hace consciente de su humanidad, de su condición fugitiva, del signo de la muerte planeando sobre su cabeza, de la disolución de los cuerpos y el vacío inexorable a que conduce el destino. Y se resiste a perecer y manifiesta su voluntad de «arraigar / su permanencia entre los mortales».
Quizás por todo ello, y porque Javier García Cellino es seguidor del esencialismo poético de Valente y seguramente hará suya la frase de Gamoneda («La poesía es arte de la memoria en la perspectiva de la muerte»), los poemas de este libro son breves como un grito, profundos como la sajadura de un puñal, directos como la trayectoria de una piedra, esculpidos con el cincel de las preguntas (preguntas esenciales) que no obtienen respuesta. Y, por encima de todo, en ellos se confirma la superioridad de la palabra y la importancia de las pequeñas cosas.
Las páginas de este libro nos ofrecen el territorio árido donde quemar los rastrojos de lo inservible, un paisaje en el que sembrar lo único que perdurará; reafirman al fuego y la palabra en una unión pacífica, en una aceptación muda y tranquila de su poder y su hermanamiento y reconocen a la tierra como única realidad que ennoblece los pasos del hombre, la fuerza telúrica que lo sostiene o un espacio por el que pasar sin dejar huella, en el que sentirse solo y diminuto, donde la huida se manifiesta como imposible.
Aunque una gran distancia los separa del libro que les dio origen, aunque permanecieran en un cajón, ahogados por la tristeza de no pronunciarse y necesitados de algún complemento para concretar su edición (las dos primeras partes son posteriores, confeccionadas ad hoc para acompañar a Territorio para el fuego), estos poemas de García Cellino siguen siendo una lectura actual, prevalente e ineludible para conocer la voz de un poeta esencial en nuestros días.
Os dejo el poema que cierra el libro y, como su autor, «Cerca del silencioso hontanar, / prendida la tierra a los ojos sagrados de la lluvia, / otra vida distinta, / con su lance de escritura nueva, eso deseo».
«Territorio para el fuego»
Cuando la sangre del poeta
se extingue, aparece la palabra.
Su forma es tan antigua
como el limo o la ceniza,
pero a la vez es piedra fundamental
porque ordena la materia,
fortalece la bóveda de los sueños,
hace perseverar la lámpara
de los enamorados.
Diáspora de la luz,
la palabra permanece así junto al cuchillo
y su última debilidad,
el fuego.
Javier García Cellino (La Felguera), licenciado en Derecho y en Historia del Arte, pertenece a la Asociación de Escritores de Asturias. Colaborador en el diario La Nueva España en su sección «Cuencas del Nalón», ha obtenido varios premios en narrativa y poesía. Entre sus obras destacan Arquitecturas prohibidas (editorial Cuadernos del Bandolero, Gijón, 1993); La ciudad deshabitada (editorial Cuadernos del Bandolero, Gijón, 1994), Premio «Gerardo Diego» de Santander; Cuaderno para un viajero solitario (editorial Luces y Sombras, Tafalla-Navarra, 1995), Premio «Fundación María del Villar Berruezo» de Tafalla; Disposición de la materia (Diputación Provincial de Soria, 1997), Premio «Leonor» de Soria; Oficio de navegación (Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 1999), accésit del Premio «Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria»; Homéricas (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2004); La vieja música (editorial Norte, Gijón, 2004), en colaboración con el poeta asturiano Juan Ignacio González; Sonata para un abecedario (colección Juan Ramón Jiménez, 2005), Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez 2005; y Territorio para el fuego (Ediciones Vitrubio, Madrid, 2012.
Elena Marqués
Dama Literatura 2013