Por tu cuerpo. Por Salvador Pliego

Mi beso abre las hondonadas de tu cuerpo
y ahí la noche baja sin que te cubra nada.

Pareces un largo cielo con el vestido de la estrella,
y un vigía abre sus ojos hacia el beso de tu cuello.

Llévame, mujer, a tus cabellos, desencadenados y abismales,
etéreos como el fuego, intrépidos y aún risueños.

A tu desnudo torso voy de viento
y soplo y soplo la más sedante libertad del vuelo.

¡Qué hálito de miel tus hombros!
¡Qué aura de mimbre tus caderas!

¡Qué franca vastedad la de tus brazos!
¡Que tornadizo paseo el de tus pechos!

Porque sabrás cuánto de ti tienen mis manos
que albergan los pasillos más callados.

Porque resbalan en ti mis iris
como un témpano flameante en desenfreno.

Y tus muslos… ¡Oh choque de invictos mausoleos!
¡Turbias aguas portadoras de horizontes!

¡Qué victorias descubiertas a los ojos!
¡Qué guías a los pasos de mis besos!

Eres una onda de misterio
y un cuerpo que escapa al reposo.

Atraviesas los sueños sin aliento
y no existes mas que diurna en el desvelo.

En las minas guardas, sobre níquel, tus secretos,
para que un minero busque el ópalo preciso.

Eres la licencia que rota a mi mundo.
¡No sabes cuánto de ti tienen mis labios!

Salvador Pliego
Blog del Autor

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