Mis manos
Que en mí todo acaba y comienza tu vida,
me dices con esa intensa gravedad
tan habitual en tus palabras.
Será que ahora el sol
se enciende y muere en mis manos,
me digo yo entonces mientras te miro
de soslayo y reparo en que ya no las tocas
con la sutileza de otro tiempo,
como si arrullaras el vientre
de un gato temeroso
de que anocheciera el amor
sus ojos amarillos.
Me digo también que estas manos
-que ya no rozas tibiamente,
que ahora tomas con firmeza-
se habrán adosado en algún momento
a las tuyas en indivisa alianza,
simulando las alas acopladas
de dos albatros errantes
que se han desentendido de la tierra,
de todo lo fugaz que la habita,
para alejarse hacia lo alto
en una agitación armoniosa y duradera.
Me miras, también de soslayo,
asiendo con fuerza el volante.
Y observo en silencio
un azul purísimo en el horizonte,
esperando encontrar el rastro
de alguna de esas criaturas espléndidas,
tan ajenas a este único cielo que nos concierne.
© Juana Fuentes