Había decidido no volver a tocar nuestra risa,
dejarla para siempre humedeciéndose en esta misma arena de labios movedizos.
Inevitable el roce de la infelicidad cuando la vida miente a despedida,
inevitable
sujetar la memoria con el mundo, invadir el instante con el mundo.
Tus manos hablan al tapar la boca
y todo lo que dices sabe a tierra.
Luis Oroz
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Bárbaro