La isla solitaria
recubierta de inútiles fragancias,
adornada con flores
que recuerdan la efímera belleza
de nuestros corazones.
Qué escaso caminar por otros puertos,
qué breve deambular por otros mares,
qué silencio de piedras
perdiéndose en la noche sin estrellas
a plena luz del día.
Infernal paraíso
que crece y se alimenta de recuerdos,
que nos habla sin boca
y nos deja el dolor de estar ausentes
con los acantilados.
No existe el tiempo cuando se está solo,
no existe ni el pasado ni el presente
en esta isla interior
en la que no se puede ser velero
ni pájaro, ni nube.
La isla solitaria
que se esconde en nosotros,
© Juan Ballester
Recordando al autor desde su Blog
Qué bello y qué duro este poema. A mí siempre me gusta pensar que el amor es el primero y el último consuelo, que solo él nos puede liberar hasta de las «islas solitarias…»
Maravilloso todo el poema, pero la tercera estrofa me parece de antología.