Las mujeres que te amaron antes
son de leche naciente y suspiro.
Desterradas hijas de Eva, cada una de una madre
haciendo vientos de una gota de aire, para ti.
Sus faldas, tributo al hechizo de los signos
henchidas de aquello que fruncen los adjetivos,
a golpe seco de manta y rezo fraguan.
-saber amar-
Las mujeres que te amaron
quizás te amasen más
-quién sabe-
pero las siento tan mías
que la corteza exhausta
de lo imborrable se ha llenado de aroma
a leña y cocido,
a caña y barro, a rosquillas, campanario,
y cabelleras de ríos entregados.
Como un tatuaje hecho de algodones en las carnes,
de vísperas y sanatorios regresan parturientas
con sus mieles de nodrizas y sus curvas penitentes.
Puedo parecerme a ellas y amarte así;
a leyenda de tejado
y sangre exhaltada.
A golpe de zapatilla hacerte altiva luna
rescatando miradas del pozo blanco
del infantil huerto.
Tener un cesto siempre lleno de cerezas
para chupar el hueso,
y lanzarlo con saña
lo más lejos posible de la tierra,
que nunca lo cubra la pérfida herida del adiós.
Luego, preguntar al árbol
el camino de la primavera.
Pilar Gorricho
Qué bello y, sobre todo, qué evocador. Tan legendario y actual, tan mágico y real.
Derrochas imágenes bellísimas: «haciendo vientos de una gota de aire», «henchidas de aquello que fruncen los adjetivos»… etc.
Y, por supuesto, maravilloso ese final. Todos contigo preguntaremos a ese «árbol el camino de la primavera».
Me ha encantado su sutileza. Enhorabuena, Pilar. Muchísimos besos.
Original poema por el uso de cierta arqueología del amor adulto. Y por la esperanza en la estabilidad en estos tiempos de excesiva impermanencia de todo. Aunque el camino de la primavera no resulte fácil de encontrar. Felicidades.
Un hermoso homenaje a la mujer, a la mujer de leche y leña, y a un espacio evocador de huerto y de cerezas. Se siente el calor del hogar y el frío de la Luna.