En las lánguidas horas de esas noches de invierno,
donde un frío incesante nos invita al calor,
me despierto y no duermo evocando lo eterno,
por la inmensa acaricia que provoca tu amor.
En las noches de frío, noches frías de Enero,
donde un rayo de luna acompaña al querer,
yo me acerco y te ofrezco mi cariño sincero,
para amarte con ansia hasta el amanecer.
Tú me miras celosa embriagada de ensueño
y al instante me abrazas con ansioso candor;
yo que estoy orgulloso de sentirme tu dueño,
soy tan solo una llama de fugaz resplandor.
Y las horas se pierden en un lazo infinito,
sumergidas en dichas, en placer e ilusión
y no queda un resquicio de tu cuerpo bendito,
que no cubra de besos, sentimiento y pasión.
En las noches oscuras, noches crudas de invierno,
me desvelo en tus brazos y no puedo dormir;
si te alejas de mi alma dulce amor sempiterno,
si no tengo tu vida, ¡de qué sirve vivir!
——
Juan A Galisteo Luque
Blog del autor
Del poemario: Versos de luz y sombras
Derechos registrados
¡Glub! :O se me ha puesto la carne de gallina, poeta.
¡Vaya poema de amor más lindo! Que contenta estará tu chica ;), no es para menos…
Y es que el intenso amor que sentimos en la juventud es capaz de fundir el más duro de los carámbanos… Y digo yo: ¿no se hubiera derretido también aquel maldito iceberg por el que se hundió el Titanic?? 😀
Besos de sábado. (luego te escribo…)
Bueno, pues la verdad es que sí, porque entre el fuego de las calderas y el de la irrefrenable pasión de aquellas noches en los camarotes, me imagino que el barco iría fogoso y a toda máquina.
¡Pobre gente la de Titanic amiga! porque por desgracia, no ocurrieron así las cosas. Fue el desamor de un témpano frío y otras circustancias la que lo llevaron a la fatalidad y a ese triste desenlace.
Siempre agradezco de corazón, tu sonrisa y tu presencia. Un abrazo amiga.