Una tumba sembrada con bellas dalias lilas y blancas
que irradiaban luz,
iluminando a todos los individuos que visitaban a sus vivos ya muertos.
Personas pensativas, llorosas y abatidas,
paseaban al lado de la florida tumba,
cautivadas por aquella refulgencia.
Indagaban quién o quienes moraban en aquel
lóbrego y húmedo nicho
para averiguar el origen del fulgor resplandeciente que emanaba.
No había lápida con nombres.
Tan sólo
tres cruces doradas de tamaño decreciente
y una fecha grabada en la más grande,
10/10/2010.
Las cruces no recibían visitas sinceras,
únicamente curiosos que eran embrujados por la embriagante luminosidad,
extraños hipnotizados por la paz y serenidad que percibían.
Nadie regaba aquél jardín siniestro,
ninguna esencia viva abonaba aquél vergel de claridad.
No existía un ser que tuviera el valor de llorar a aquellas existencias marchitas.
Él, ella y su hija eran los moradores de tan sórdido terruño.
Su amor muerto fertilizaba el manto que les cubría creando vida.
La familia que se esfumó en una carretera.
Descansen en paz.