Desde que te has ido
Desde que te has ido, los ojos reclaman tu silueta
sangrando renegados, las escaleras se alargan interminablemente
y siempre es imposible llegar. Cuando camino
el piso juega movedizo, haciéndome andar en círculos
otra vez al mismo mueble del tropiezo.
La silla en que me siento se deshace.
Y tú no lo ves
porque nunca quisiste ver nada.
En vano los brazos se prolongan para alcanzarte,
en vano la mano se aferra al objeto que huye.
Nada cabe en un puño apretado,
nada está entre el abrir y cerrar de un párpado.
(El otro párpado permanece siempre abierto
en la estricta vigilia por la supervivencia.)
Nada valen las plegarias, el incienso se niega a elevarse
y un error siempre precede a otro.
Y tú no lo sabes
porque nunca quisiste saber nada.
Afuera, la tarde reclinada en el arbusto dice: “No”,
la fuente dice: “Nunca”,
el laborioso rumor del insecto dice: “Vete”.
Y cuando al final del día recojo las redes tendidas,
es sólo para recoger latas vacías, huesos rotos, plumas podridas,
juguetes quebrados, cascarones cenicientos.
Es inútil.
Y tú no lo…
Otra vez: ¡es inútil!
Aleqs Garrigóz