Robespierre de fortuna. Por Antonio Marchal-Sabater

Hace mucho tiempo que no me siento al ordenador para escribir algo que les llegue. El motivo no es otro que estar terminando una novela que me tiene intrigado a mí mismo y no tengo tiempo de mucho. Tampoco el momento político da para mucho, pero la cosa ya empieza a caldearse. No obstante, ha sido una noticia de El País del pasado 17 de junio la que me ha obligado a dejar mi novela y ponerme ante el teclado. «Monedero clama por un Gobierno que dé órdenes a jueces y guardias civiles».
Que la Guardia Civil esté a las órdenes del Gobierno ya sucede desde que la Guardia Civil existe, nada nuevo nos ofrece este insurrecto que a todas luces aún no se ha leído la Constitución Española, donde ya recoge que el Gobierno dirige la seguridad interior y exterior y para ello cuenta con la obediencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de la Fuerzas Armadas. Hasta ahí nada que objetar, salvo la poca formación humanística de Monedero. Lo grave es la puñalada que le da a Montesquieu, de quien este tipo no ha oído ni hablar.
Mire usted, señor Monedero, hasta finales del siglo XVIII imperaba en Europa un único sistema político, la monarquía absolutista, en el que la soberanía, otro vocablo del que usted no ha oído ni hablar y que yo ahora no tengo tiempo de explicarle, era potestad única y exclusiva de los soberanos, los reyes para usted. A finales del XVII nació un movimiento cultural que, aunque europeo, tomó su auge en Francia e Inglaterra. Fenómeno por el que algunos filósofos intentaron convencer al pueblo de que ellos tenían el poder o, mejor dicho, de que el poder residía en el pueblo, no en la aristocracia. Aquellos pensadores inocularon en la sociedad mundial, combatiendo la ignorancia, el convencimiento de que la razón humana era capaz de revertir la superstición religiosa y la tiranía aristocrática para hacer del mundo un lugar donde cogiéramos todos.
A ese poder lo llamaron soberanía y al movimiento, Ilustración, porque sirvió para disipar las dudas de la humanidad al respecto. El pueblo, la humanidad, valga la redundancia, salió así de las tinieblas mediante la cultura humanística. A esa cultura la compararon con las luces que nos iluminan en la niebla, las luces de la razón, las llamaron; por esta simple razón, señor Monedero, al siglo XVIII se le conoció en adelante como el Siglo de las Luces. Todo aquel movimiento dio lugar a uno de los sucesos que más han marcado la historia de Europa desde entonces: La Revolución Francesa. Y una de las doctrinas que aún perduran en cualquier sociedad moderna y avanzada es precisamente esa. La Soberanía reside en el pueblo, pero el pueblo no puede administrarla en su totalidad; para eso divide todo su poder en tres partes, Poder legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial, y dota a cada uno de ellos de órganos elegidos por el pueblo para su desarrollo. El Poder legislativo reside en las Cortes, donde se elaboran nuestras leyes por nuestros diputados electos. El Poder Ejecutivo está representado por el Gobierno, elegido por nuestras Cortes, y cuya única competencia, grosso modo, es cumplir y hacer cumplir las leyes que elaboran las Cortes. Y el Poder Judicial, poder que no elabora las leyes ni las hace cumplir, pero que se encarga de que se cumplan sin arbitrariedad, poder completamente independiente de los otros dos que garantiza la imparcialidad de todos ellos. Esa justicia, señor Monedero, emana del pueblo, y se administra en nombre del Rey por Jueces y Tribunales, no por el Gobierno como usted propone. Eso sucede en Venezuela, Cuba, Corea del Norte y en algún otro reducto del mundo donde gobiernan los de su calaña. Pero, en el resto del mundo, la Ilustración consiguió mejorar en aspectos económicos, políticos y sociales, mejoras que, por mucho que le pesen a usted y a los suyos, aún perduran en el resto del mundo que no ha caído en sus garras.

Robespierre-monedero
En España, ese país con un nombre del que usted se avergüenza, hemos sufrido muchas guerras por conseguirlo. La derecha autoritaria y el catolicismo más integrante siempre se han opuesto a su consecución, siempre, incluso ahora cuando juegan en su bando, pues entre usted y ellos no hay solución de continuidad por mucho que le pese, señor Monedero. Son ustedes el enemigo del progreso, de una España seria, que respete sus símbolos, su lengua, su historia y sus tradiciones. No es usted mejor que Fernando VII, Franco, Blas Piñar o Rouco Varela. Es usted uno de ellos y se acabó, a mí no me engaña.
Usted y los suyos ya han conseguido que mucha gente se sienta avergonzada de su país, de su idioma y de su cultura. Han conseguido que comunidades tradicionalmente españolas renieguen ahora de su españolidad. Han conseguido, por ejemplo, que el catalán sea lengua cooficial de Aragón, evidentemente con la connivencia de los aragoneses que desde un tiempo a esta parte no tienen muy claro qué son y qué han sido. También lo han conseguido en Valencia, aunque ahí su más ferviente colaborador ha sido el PP, con sus corrupciones, su intolerancia, su chulería y falta de sensatez. Pero qué le vamos a hacer, es con lo que a los españoles de ahora nos ha tocado batallar: contra su desfachatez, la sinvergonzonería del PP y PSOE en sus feudos, la falta de personalidad de ambos allá donde gobiernan los nacionalistas y su afán por trincar donde haya, por desgracia único objetivo de todo el que se acerca al poder. Si no que se lo pregunten al señor Aznar, quien con toda su cara dura cree que un exceso de leyes anticorrupción hace imposible dedicarse a la política.  Su próximo objetivo es Murcia, donde ya han empezado a introducir la legitimidad del catalán en Jumilla y Yecla porque durante el siglo XIX algunos empresarios vitivinícolas y textiles afincados en la zona lo introdujeron.
Conclusión, la insensatez del PP y del PSOE le han convertido a usted en un Robespierre, aún más radical que aquel que quiso guillotinar a todo el que no secundó la revolución. Y es que, al igual que el fascismo, han caído en el tópico de que el que no está con ustedes está contra ustedes y hay que ajusticiarlo. Por eso quieren la justicia, el CNI, la Fuerzas Armadas, la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En definitiva, ustedes pretenden finiquitar la separación de poderes y así hacerse con el poder absoluto, y el PP y el PSOE le han convertido en el revulsivo adecuado junto al nacionalismo.

Antonio Marchal-Sabater

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5 comentarios:

  1. Asusta pensar en nuevos Robespierres, que las luces terminen por apagarse, que lo conseguido tras años de lucha y con guerras de por medio nos devuelvan al punto de partida. Desgraciadamente, se conoce de la historia solo lo que conviene.
    Y, si hablamos de nacionalismos… Pues eso: para llevarse las manos a la cabeza. Insensatez tras insensatez con las lenguas cooficiales y la extensión del catalán hasta donde nunca se ha hablado.
    En fin, que no sé qué decirte, porque lo que es dar ánimos no me sale.
    Muchos besos, Antonio.

  2. Malos tiempos para España y, probablemente, (viendo lo ocurrido en Inglaterra) para todo Occidente. Esperemos que el populismo, el nacionalismo, las actitudes radicales e intolerantes que llevan al «¿estás conmigo o estás contra mí?» no acampen a sus anchas entre nosotros, porque, de lo contrario, perderemos todos los derechos por los que se ha luchado con «sangre, sudor y lágrimas».

    Suscribo todo lo que ha dicho Elena y a ti, Antonio, te doy la enhorabuena por el magnífico artículo.

    Muchos besos.

  3. Antonio Marchal-Sabater

    Un comentario muy amable. Gracias por tu indulgencia, Carmen.

  4. Siempre me reafirmas Antonio en una convicción: «Quién no conoce la Historia está condenado a repetirla».
    En política debería ser inexcusable una preparación rigurosa sobre la Historia de Europa, la mundial, y por supuesto la de este país porque en ella está bien evaluado cada despropósito.
    Por otro lado, algunos olvidan que un buen político es aquel que se enfrenta a los problemas con la intención de resolverlos con el máximo espíritu de Justicia para el conjunto de la sociedad. Lo otro, lo que nos quieren vender y parece que incluso lo consiguen, es solo la parte estratégica de la política y eso, sin honestidad, dificilmente se sostiene en el tiempo. Lo dice la Historia Antonio ..

    Una gozada volver a leerte tan riguroso como siempre. Un abrazo.

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