Hoy me encontré en un periódico el siguiente titular: “Así es Torrente 4, la esperanza del cine español”. Se espera que sea la película española más taquillera de los últimos tiempos. Al leerlo, no me pude contener las ganas de reír, o de llorar…
Como el cine es cultura, esta obra viene plagada de boberías, humor burdo y soez, guarradas de todo tipo, tetas y culos, mujeres calentorras. Con la intervención estelar del hijo de la Pantoja, reputado actor de prestigio, y canción principal interpretada por David Bisbal, el ricitos de oro. Todo un compendio de arte que el público sabrá premiar acudiendo en masa y contribuyendo así a que el cine español maquille sus números y siga apostando por películas de calidad.
Pero no nos dejemos engañar por las apariencias. Para apreciar esta película hay que echar mano de grandes dosis de inteligencia. Inteligencia para contemplarla con sentido del humor y para percibir la fina ironía, la crítica de fondo de la sociedad y, en especial, del antihéroe. La película nos enseña lo que debe ser por contraposición a lo que no debe ser. Es una buena lección para los jóvenes y, tal vez por eso, a pesar de que en el guión encontramos más tacos que en un restaurante mejicano, y de las escenas escabrosas y explícitamente sexuales, está clasificada para un público de doce años en adelante. Al fin y al cabo, quién a sus doce años no ha maldecido, no ha visto tías en pelotas o no sabe lo que es echar un polvete. Y si no lo saben, ya es hora de que lo aprendan, carajo, que se dejen de videoconsolas y que abran los ojos a la vida.
Algunas veces, cuando me envían un vídeo colgado en youtube de algo gracioso (por ejemplo, un hombre travestido de flamenca cantando en andaluz una crítica social profunda), o veo por televisión alguna escena de consagrados humoristas como los de Muchachada Nui o Los Morancos, confieso que no me dan ganas de reírme. Entonces pienso que no he debido recibir la educación adecuada, que el humor de Charles Chaplin o los hermanos Marx está pasado de moda y que no soy lo suficientemente inteligente para reírme de lo que se ríen los demás.
Ana Manier
Absolutamente conforme con tu entradilla:
«Pero no nos dejemos engañar por las apariencias. Para apreciar esta película hay que echar mano de grandes dosis de inteligencia.»
En mi opinión, para hacer lo que hace S. Segura, necesita un derroch…e de inteligencia. La pena es que lo malgaste en hacer cine casposo.
Es verdad que a este cine acude tanto quien es inteligente y sabe descubrir la fina ironia que tiene el film, como el borrego que le atrae el cine «molon», por lo que es un cine «comercial».
Pero no deja de resultar una desgracia, que los más inteligentes del cine nacional, como Segura o Almodovar, gasten su indudable ingenio, en obras a las que voluntariamente las han echado a volar con las alas cortadas.