Era feliz, sentía una placidez que no había experimentado desde cuando mi padre estaba con vida. Echado a su lado, pensé una vez más en cuanto me envolvía en la oscuridad. una vida frugal, un colchón sobre unas cajas, la butaca con el cojín de terciopelo encarnado en el que mi padre leía a Shakespeare -sí, el mejor mueble de la casa-, y una bella porcelana Rosenthal para tomar el té, dos tazas y dos platillos. Era muy afortunado. (pag. 76)
Una obra que retrata la casi monástica vida de un ermitaño en los bosques de Maine. Julius Winsome, un hombre solitario de cincuenta años perdió a su abuelo, que luchó en la Primera Guerra Mundial, hace ya bastante tiempo y del que heredó su rifle. Hace pocos años perdió a su padre y quedó solo.
Su vida transcurre plácidamente en una pequeña cabaña cuyas paredes están rodeadas de estanterías y preciosos libros. Libros que heredó de su padre, un amante de Shakespeare y de la buena literatura. Ello le salva de una vida gris. Con el tiempo aparece Claire, su amor, de entre los troncos del bosque.
Y después Hobbes, su querido perro, aquel que no le abandonará y le dará todo su cariño el día en el que Claire le traiciona. Pero una mañana su fiel amigo no acude a la llamada. Al poco lo encontrará moribundo. Y tras su pérdida el vacío y la desesperación.
El inventor de palabras es una extraña obra que rebosa violencia y poesía a partes iguales. Con un estilo críptico, redundante de descripciones y belleza, nos da constancia de los parajes, de sus colores y aromas, sus amaneceres y puestas de sol, sus luces y sombras, sus alegrías y tristezas. Una obra que nos habla del amor a la literatura, de la pervivencia de las palabras, de la necesidad de buscar otras que expliquen nuestros pensamientos y del valor de nuestros actos. Una obra que indaga en la inmolación del personaje en aras del recuerdo y honra de aquel que le dio cariño sin pedir nada a cambio. Pero, ¿es justificable esa revancha sin sentido para saldar unas cuentas sin asegurarse de la certeza del culpable?
Sin contar al perro, vivía solo, porque nunca me casé, aunque yo creo que una vez a punto estuve, así que aquí míos eran hasta los silencios. (pag.23)
Quizás la apuesta del autor, la audaz apuesta, sea la de plantear la necesidad de una justicia sin basarse en lógicas leyes o en autorías comprobadas. Nuestro personaje salda deudas sin pararse a leer la letra pequeña. El dolor nubla su mente y Julius necesita justificar a los ojos de su amigo, enterrado a pocos metros de la cabaña, esa conducta reprobable que la sociedad ha tenido con él. Y al igual que Macbeth recuerda, Sea nuestra venganza medicina / que este dolor mortal alivie, nuestro hombre sigue los dictados de su corazón y de su razón. Sólo un último acto, un acto de piedad, será el redentor de su vida, su salvación y su condena.
Una belleza inusual recorre todas las páginas de esta obra. Una prosa poética con un claro dominio de todos y cada uno de los resortes literarios. Con una demostrada contención y agilidad surca el escritor cada una de las páginas de una obra difícil de clasificar. Una crudeza inusitada descrita sin morbo alguno como un texto florido de palabras de ternura con los animales del bosque. Un texto de calidad irreprochable y un desarrollo tan calmado como tensas son las escenas en él descritas.
Si quieres saber cómo es un hombre, fíjate en su perro.
Gerard Donovan nació en 1959 en Wexford (Irlanda) y ha vivido en Alemania y en Nueva York. En la actualidad imparte clases en el Southampton College de la Universidad de Long Island. Autor de libros de poesía, género en el que ha obtenido diversos galardones, fue la publicación de El telescopio de Schopenhauer (Andanzas 566), su primera novela, ganadora del premio Kerry Group Irish Fiction Award 2004 y finalista, en España, del Premi Llibreter 2005, lo que lo reveló como uno de los narradores más prometedores de la nueva literatura irlandesa.
Además de El telescopio de Schopenhauer, novela con la que Donovan se acercó al escenario de los conflictos bélicos en Europa del Este, Tusquets Editores ha publicado El doctor Salt (Andanzas 675), en torno a los peligros de la búsqueda de la identidad. Con El inventor de palabras, Donovan nos ofrece una bellísima novela que trata del amor y la soledad, calificada por autores como Colum McCann de «pequeña obra maestra».
Una obra de alta calidad para lectores que buscan algo diferente en el panorama de la literatura actual.
Traducción de Enrique Fernández Vernet
Tusquets Editores












