Se ve que Tejero a pesar de su nombre no tenía buena mano a la hora de tejer 
redes de sublevación. Por suerte era tan torpe en eso como yo en el arte de las agujas de punto, si no a lo mejor hoy día seguiríamos siendo el farolillo del tren europeo. Su breve rato de gloria mediática, convertido después para los demócratas de entonces en la angustiada tarde-noche del 23 de febrero de 1981, me encontró escuchando en la radio la votación previa a la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo mientras me enfrentaba al reto de tejer un jersey celeste en punto de nido de abeja. Es muy fácil equivocarse si no tenemos un poco de práctica advertían las instrucciones de la revista de punto (que Tejero felizmente desconocía) y yo estaba muy concentrada en no confundirme entre los muchos puntos DERECHOS sencillos y dobles, simples y estirados. Metiendo la aguja por enésima vez en donde no debía, de pronto escuché una salva de tiros, gritos y ruidos rematados por una voz: «¡Al suelo, coño!». Como a mí nadie me apuntaba, hice caso omiso y corrí al salón, donde puse la televisión. Angustiada y alimentándome de bocadillos al igual que los parlamentarios secuestrados, me pasé las horas pegada a la pantalla hasta el desenlace de aquella salvajada. Durante años guardé mi labor de punto de nido de abeja a medio hacer; nunca la terminé pero el color celeste para mí siempre estará unido a la violenta irrupción de Tejero en el Parlamento y la valentía de Gutiérrez Mellado enfrentándose físicamente a esos títeres armados y estando visible en su escaño.
Dorotea Fulde Benke
Mira que era difícil ese punto, tienes razón. Las historias del 23-F deben ser muy variopintas. Gracias por dejarnos la tuya Dorotea:)
Es bueno recordar ese «punto» en el que estuvimos a punto de poner punto y final a nuestro sueño de libertad. Gracias por tu recordatorio, Dorotea. Un abrazo