Nada. Por Javier Úbeda Ibáñez


Alberto se levantaba todos los días a las siete de la mañana, desayunada y se duchaba, durante diez minutos exactos, ni uno más ni uno menos.

Antes de salir de casa llamaba a su gato y lo acariciaba tres veces seguidas, a continuación cerraba la llave del gas y la del agua. Tranquilo, salía a la calle.

Cogía el metro a las siete y cuarenta y cinco, en plena hora punta matinal. Casi siempre coincidía con los mismos rostros desganados; Alberto les pasaba revista con empeño. No los conocía de nada, pero formaban parte de su rutina.


Javier Úbeda Ibáñez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *