Lo confieso: robé una mariposa de una instalación que había montada en la cafetería de la biblioteca nacional de Bielorrusia, a la que accedí por un ascensor acristalado que permite, previo pago de unos cuantos rublos, contemplar unas espectaculares vistas de la ciudad de Minsk. No sé si por esa acción pueda ser tachado de cleptómano, o de simple ladronzuelo; pero la cuestión es que una de esas sutiles mariposas, que estaban pegadas de alto en bajo en una pared del establecimiento, estaba caída en el suelo, debajo de una mesa, como la hoja de un árbol arrastrada por el viento, y yo la cogí.
Esa mariposa, fruto del hurto, viajó conmigo desde Minsk hasta Murcia, entre las páginas de un libro, para que se impregnara de la cultura occidental. Desconozco al autor de la intervención, ya que el nombre estaba escrito en cirílico y, por tal motivo, no sé a quién le debo el coste de este lepidóptero de papel. Para mi descargo diré que la salvé de las garras de una escoba, o de la suela de un zapato, y la trasladé al otro lado del nuevo telón de acero para que hiciera de modelo de numerosas fotografías, y convertirla en la protagonista principal de este relato.
Las mariposas monarca son famosas por sus maravillosas e impresionantes migraciones, mientras que mi modesta y solitaria mariposa de Minsk, a partir de ahora, será recordada por volar desde estas páginas virtuales hasta los más remotos confines de la tierra.
La sutileza de esta mariposa de ficción refleja dignamente la sutileza de sus congéneres reales. Realidad y ficción artísticamente confrontadas.
La mayoría de la gente que entraba en la cafetería no dispensaba ni tres segundos en observar la belleza de la instalación. La metáfora parecía resignada a la incomprensión de sus escasos espectadores, más interesados en los efectos laxantes del café que en la exquisita representación plástica que el autor, de manera tan emotiva, les había preparado.
El desprecio a la metáfora provocó que no entendieran el mensaje subliminal del artista. La mariposa, y su metamorfosis, representa la transformación: de gusano que se arrastra por el suelo a la bella mariposa que vuela libre por el viento. Y, claro, eso, en determinados países, o se platea metafóricamente o tienes un problema.
Hay quienes, para defender su discurso, usan balas; mientras que otros, los más inteligentes, sólo necesitan mariposas.
José Fernández Belmonte
Esa mariposa, fruto de un silencioso grito voló hasta unas manos conocedora del pétalo sutil de la sensibilidad, (también silenciosa sonora sensibilidad) de quién habría de portarla y hacerla aletear hasta aquí.
Sus palabras son mariposas José Belmonte y revolotean hasta la emoción.
Un abrazo de admiración.
No está hecha la miel para la boca del asno, las mariposas para quien no tiene ojos ni las metáforas para quien no conoce lo que contiene escrito, entre sus alas, la bendita mariposa.
Un abrazo.