De la cordura. Por Anita Noire

cordura

 

“Yo ya no era yo, era otro, y precisamente por eso era otra vez yo.
A la dulce luz del amor, reconocí o creí deber reconocer que
quizá el hombre interior sea el único que en verdad existe.”

 

El día amanece con un caparazón negro como el ala de un cuervo enfermo y doscientos millones de lágrimas que se derraman sobre las aceras sucias. Llevamos días así y es imposible escapar de cierto desánimo que impone el tiempo. Son cosas de las tormentas que no cesan, que devoran la energía y convierten cualquier gesto, por menudo que sea, en una empresa tan costosa que es difícil no abandonarse a la indolencia que provoca el encierro medio voluntario, medio obligado, pero encierro a fin de cuentas. Y aunque es domingo y se respira la tranquilidad que da el saber que no hay urgencias, algo indefinido se cuela por entre el ánimo, lo embebe todo y ya nada es normal. Puede que sea esa anormalidad la que traiga el recuerdo de lo pendiente, de lo que el día a día, la premura de las necesidades, arrincona lo que uno quiso convertir en accesorio. Pero el tiempo, quizá el exceso de electricidad en el ambiente, empuja a lugares que creíste abandonados a su suerte. Y hay algo, algo que no se toca, ni se ve, algo que ni siquiera puedes oler pero que te arrastra y te devuelve a aquellas veredas en la que dejaste parte de ti y de lo que quisiste. Y piensas, no sin cierta inquietud, que la única manera de solventar algunos desajustes vitales pasa por abrazarse a su cintura indefinida y no esperar nada, nada que no sea un simple «siempre estuve aquí». Pero la lluvia borrará la tarde y la noche arrastrará el domingo y volverán las rutinas, las prisas y el polvo para enterrar algunos desvaríos, aunque no habrá mayor desdicha que no poder saber qué es eso que escuece y que nunca termina de desaparecer.

Anita Noire

Blog de la autora

5 comentarios:

  1. Bella forma de dibujar la nostalgia. Yo la he sentido y tampoco sabría decir lo que es. Quizá ese sea el motivo de su belleza. La razón por la que siempre regresamos a ella. Enhorabuena por tus palabras.

  2. Precioso texto. Qué preciso y qué evocador, algo difícil de aunar. En otoño no solo se caen las hojas, también nuestro ánimo… Y una mezcla de sentimientos, a veces, encontrados. Muy bien escrito. Enhorabuena.

  3. No sabemos si nostalgia, si ausencias imprecisas, si simplemente necesitamos llorarnos a veces a través de un gris, o de un día lluvioso…
    En cualquier caso nos extendemos o recogemos; quizás intentando aceptar o refugiar nuestras propias emociones..

    Muy bellas letras. Felicidades.

  4. Siempre me conmueves, Anita. Nos sometes o nos hechizas con tu voz susurrante; nos hablas de ti y de nosotros y del hombre que sufre y que no cambia.
    Leerte es un regalo. Gracias.

  5. Ya no sé si es la nostalgia de lo ausente, o el indefinido vértigo del vacío que nos sube pecho arriba en ocasiones, lo que me ha removido por dentro al leer tu texto en esta tarde lenta, de lunes festivo, gris y brumosa también.
    En cualquier caso, tus bellas palabras enlazadas han caído como lluvia mansa en la aridez de mi espíritu, sediento de ‘cordura’ (al corazón pertenece este vocablo, no a la mente). Gracias, Anita.

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