Hace unos días tuve el honor de asistir a la entrega de premios del V Certamen de Poesía “Poemas sin Rostro” de Canal Literatura, celebrado en Murcia. Yo era una de los diez finalistas del certamen. No recibí más premio que ese, pero saber que alguien había seleccionado mi poema de entre un buen nº de participantes era un reconocimiento más que suficiente para mí. Convertir lo de Ser poeta o escritor en un oficio habitual supone un gran esfuerzo; por eso, cualquier distinción es bienvenida para seguir en la brecha.
Y sin lugar a dudas hice amigos, a los que un día dedicaré un capítulo especial: poetas y narradores, que como yo, conocen muy bien las dos caras de la luna de la escritura.
Os dejo mi poema.
La imagen de un hortelano de palabras siempre me ha cautivado. Una palabra, cuando sale de la boca, es como un dardo que busca su diana. A veces causa un daño irreversible; pero cuando la palabra ama, se convierte en un planeta sin dobleces ni aristas. Cuidamos de las plantas con mimo, por qué no de las palabras.
“Mis palabras me sorprenden a mí mismo
y me enseñan mi pensamiento”
(Jacques Derrida)
Las palabras me requieren, me previenen, me alertan.
Hablan de mí.
Las palabras son muchas y en ellas, mil identidades.
En ocasiones, las más sensibles se vuelven piedra.
¿Qué sería de mí sin su equilibrio?
Hoy he plantado vocales y consonantes en mi jardín.
Quiero construir un planeta de palabras que me nutra.
Pasearme por los caminos de sus historias y
transformar el mundo.
Mañana, los primeros brotes treparán hacia la luz.
Y cuando el proceso termine,
no seré yo quien las cobije, serán ellas,
siempre ellas,
las que me refugien.
Pilar Fernández Bravo
Fuente: Cinco a las cinco.