Te pasas la vida buscando el amor para ser feliz, para estar plena y llena. Encuentras amores que pasan, amores que te dejan huella, amores que te hacen aborrecer aquello que buscas, el propio amor, amores que te hacen llorar, amores que consiguen que odies a alguien. Aún así, cuando se termina, todos tienen algo en común. Que se ha terminado. Tu sigues igual que al principio solo que con más experiencias acerca de lo que buscar en el amor y lo que ignorar en él.
Pero… ¿qué hay del amor que llega sin que lo busquemos? ¿Qué pasa en una tranquila tarde, en la que empiezas tu rutina pero no te imaginas como terminará?, nadie se para a pensar en ese día. Eso, o que no todo lo mundo lo consigue, y aquel que lo alcanza lo mantiene en secreto para que su tesoro más valioso no sea relevado y se esfume, como la espuma con el agua, o como cuando la soplas y se divide en pequeños montoncitos que salen volando.
Hablo de esa persona que ves cada día en la cafetería, en la mesa cinco, pidiendo su cappuccino muy cremoso y con extra de azúcar. Ese que coge el periódico y lo abre directamente por la sección de deportes, tenis, debe de encantarle porque al leer las victorias de su jugador predilecto una sonrisa de dibuja en su cara. Pero solo lo conoces de verlo cada día, en la misma silla, pidiendo lo mismo y con sus rutinas diarias. Supones que él también tendrá algunos datos de ti, pero no más. No hay sentimiento, no hay curiosidad, simple compañía a distancia de cada día.
Entonces vuestras miradas se cruzan y ocurre. Ya había habido otras miradas anteriormente, a él también le gusta curiosear a los transeúntes ir y venir, pero ninguna como aquella. Tu corazón da un vuelco y se vuelve loco, es cosa tuya o está intentando salirse de la caja torácica. Te agarras el pecho como si así pudieras controlarlo. ¡Qué ilusa!, como si pudieras controlar al amor. Sí, ahí está, el tan buscado amor ha llegado a ti, de la mano de unos ojos verdes que no dejan de mirarte y sonreírte.
¿Por qué? ¿Qué ocurre en nuestro cuerpo para que alguien a quien ves todos los días, o un compañero de trabajo, o un amigo, de repente te haga sentir bien, viva? Posiblemente haya una respuesta científica. Quizá el hipotálamo decide por nosotros, quien es para ti o quien no, entonces se activa mandando una señal al cerebro y éste al corazón para que empiece a palpitar frenéticamente, la sangre de tu organismo se altere, la adrenalina se ponga por las nubes y no puedas evitar que paré.
Da igual, prefiero pensar que no es casualidad y que ha estado allí todos los días porque era para ti. Sino nunca hubierais cruzado las miradas, él estaría mirando a la camarera y tú viendo como da vueltas al cappuccino hacia la izquierda, mientras una gotita del café, que ignora que pasará en unos segundos, se desliza por la taza hasta llegar al plato de porcelana.
Isabel Muñoz Vázquez