Acelerando
La mesa camilla, la noche inmensa, la infancia perdida, La ciudad y los perros de Vargas Llosa, los ojos insólitos desde entonces, la habitación contigua de los abuelos, la enfermedad última y delgada de la abuela, una noche inmensa de vigilia hospitalaria en aquella casa donde vivió el padre sus recuerdos, un patio de juegos nada andaluz, el suelo de madera ¿de madera? de la cocina (un pasillo casi con un ventanuco a la calle), la habitación vacía y una manta en el suelo, mi padre masajeando el rostro de la abuela como si fuera de barro, el día libre, sin colegio, el silencio de mi casa, todos en el funeral, ven, acércate, y despídete con un beso, la piel helada y dura y el miedo, desde entonces.
Miguel Ángel Manrique
Una enumeración que crece, que acelera, que se intensifica hasta el final del miedo. Maravilloso texto, Miguel Ángel.
Un abrazo.
Sí, me parece excelente este texto. Enhorabuena.