La escritora medellinense Juliana Echeverri retrata en Los grises sobre el lienzo un tapiz de personajes llenos de matices, con especial atención a su protagonista, en un alarde de empatía para con un tema cada vez más necesario: la salud mental, o más bien, la ausencia de esta.
«Dicen que debes escribir el libro que quieres leer, porque te va a tocar leerlo mil veces. Eso es cierto, y, para mi fortuna, cuanto más lo leo, más me gusta, porque más descubro. Lo importante no siempre son las líneas, sino lo que hay entre ellas». Con estas palabras, expresa la escritora colombiana Juliana Echeverri su particular satisfacción por el resultado de Los grises sobre el lienzo, una obra que navega entre temas que no son fáciles de entrelazar, como la salud mental, la fascinación artística, los abusos, el dolor, el amor o la ternura; sin embargo, ella lo logra con una notable maestría.
De su debut literario, Echeverri asegura que se parece bastante a ella: «He escuchado que varios escritores odian su primera obra. Para mí, esta siempre será la primera, y primera solo hay una. Sin importar si aún la leo y encuentro errores, sin pensar mucho en las escenas que me hacen sonrojar. Los grises sobre el lienzo es tan humana como yo. Lejos de ser perfecta, pero valiente y vulnerable». En realidad, hay bastantes hechos de los que narra la novela que le sucedieron a la propia autora. Para empezar, el suceso del que nació la idea para escribir esta historia: una visita al Museo Reina Sofía, muchos años atrás, en la que descubrió el Guernica a través de la mirada de una niña de 4 años que respondía a las preguntas de su profesora. Aquella chiquilla, de nombre Violeta, sirvió de inspiración para el personaje principal de Los grises sobre el lienzo, si bien este es mucho más intrincado y ha requerido de un ejercicio narrativo más profundo. «Entender a Violeta fue tan complejo que personajes de apoyo como Perla y Manuel fueron creados solo para verla a través de sus ojos. Es el personaje principal y obviamente me enamoré de ella, por eso en las reescrituras finales le quise regalar mi experiencia de cambio, donde dejé de vivir en el miedo y en la escasez para vivir en la confianza y la abundancia. Este presente hizo que su personaje madurara mucho, sin embargo, las decisiones que ella toma en la historia no son necesariamente las que yo hubiera tomado».
Pero Los grises sobre el lienzo no consiste solo en su personaje principal; hay toda una telaraña de historias alrededor de esa trama nuclear de la chica afectada por la amnesia selectiva tras un terrible accidente y que al mismo tiempo parece encontrar cierta calma y algo de verdad en la obra de Pablo Picasso. Un retrato de una mente atormentada que nos habla del sufrimiento cuando la salud mental se deteriora, y un tema con el que cada vez más, y esto es una muy buena noticia, los medios tradicionales muestran empatía. «Creo que mi principal aporte es iniciar la conversación —asegura Echeverri—. Hacerlo a través de la ficción y de personajes inventados, pero que perfectamente pudieran ser reales, facilita mucho más este proceso. Son tan cotidianas y tan naturales, sin embargo, tan ocultas, todas las situaciones, que quienes me conocen me preguntan quién es quién y cuándo sucedió esto o aquello. Saber a mis lectores identificados y decididos a seguir elaborando sobre mi narrativa es la mejor manera de comprobar que lo estoy haciendo bien».
Quizá su sensibilidad especial para construir el personaje de Violeta se deba a su infancia, rodeada de dificultades en una ciudad tan peligrosa como la Medellín de los 80 y 90, o a su desempeño como docente con jóvenes que viven hoy situaciones parecidas a las que ella afrontó, si bien, como la propia autora afirma, cada época tiene sus propios retos y es difícil categorizar qué generación tiene mayores retos por delante: «Un chico o una chica que no vivieron la época de Pablo Escobar o de sus milicias colaterales jamás van a aprobar que les esté tocando más fácil. Sin embargo, su perspectiva de la guerra está delimitada de forma muy distinta. Eso es bueno, porque pensaría uno que no van a permitir los atropellos que vivimos otras generaciones, pero la falta de empatía que tienen hacia los demás los aleja mucho de cómo sabemos por experiencia que pueden resultar las cosas».